miércoles, 28 de febrero de 2018

Maldito el hombre que... - Evangelio del 01/03/2018 - Jueves II de Cuaresma - Lc 16, 19-31


Hay una frase que la mayoría de nosotros conocemos de la Biblia: “Maldito el hombre que confía en el hombre”. Es del profeta Jeremías, de la primera lectura de hoy. Pero, ¿has entendido su significado? Generalmente nos viene a la mente cuando alguien nos ha defraudado o traicionado, alguien a quien queríamos mucho. Pero, en realidad, ese no es el significado. El profeta está pronunciando un mensaje de Dios a su pueblo, pueblo desobediente y que se ha olvidado de Dios, lo ha cambiado por las seguridades de este mundo. Imagínate lo que Dios nos quiere decir: confía en mí, pon tus esperanzas en mí, cree a mis palabras, no dudes. Dios dice a su pueblo que la confianza puesta en cualquier cosa o persona que no sea Él, terminará por mostrarnos su fragilidad y su insuficiencia. Dios no está maldiciendo al hombre, ni quiere que nosotros maldigamos a nadie. Si tú adoras cosas o personas, Dios te dice que tarde o temprano van a ser insuficientes o simplemente se van a desmoronar, porque todo lo que podemos mirar con los ojos del cuerpo es caduco, es temporal.
Hoy, Dios nos ofrece poder confiar en Él, en sus promesas, en su fortaleza, en su presencia siempre actual. Él no defrauda. Él, que no podemos verlo, es eterno, no cambia y no engaña. Puedes confiar en Él. Generalmente pensamos: “hasta no ver no creer”, pero la lógica de la vida espiritual es distinta: sólo la fe sostiene. Es momento de preguntarnos: ¿en qué o en quién tengo yo puesta mi esperanza, mi seguridad, mi fe? Si no es en Dios, en realidad se llama idolatría. No es que no podamos o no debamos confiar en nadie. Recuerda que los que aman a Dios, los que han sido rescatados por su sangre y han puesto toda su fe y esperanza en Dios, ya no pertenecen a este mundo, pertenecen al pueblo de Dios. Una vida transformada y renovada por la salvación de Dios, es capaz de volverse bendición para los demás. Si mi amor de amistad o de pareja está fundado en Dios, si es su amor el que nos une, esa relación de confianza es un gran regalo. ¡Qué bello poder ser hermanos en la fe, más que amigos o cómplices! Cuando dos personas hacen de Dios el centro de sus vidas, su relación de amistad o conyugal se fortalece, y nada podrá destruirla. Podrán llegar momentos difíciles, pues todos tenemos pecados y debilidades, pero la medicina del perdón será capaz no sólo de sanar la relación, sino de hacerla más fuerte. Ese es el verdadero amor que une a dos personas y salva.
El Evangelio que escucharemos hoy es misterioso, es la parábola de Lázaro y el rico. En realidad, no se nos dice que Lázaro fuera buena persona o si tuviera su fe puesta en Dios. Pero lo que sí podemos entender es que el rico sin nombre tenía puesta toda su vida en los bienes presentes, se preocupaba sólo de banquetear y gozar la vida. No tenía puesta su fe en el verdadero Dios, pues no era capaz de ver al necesitado que estaba a los pies de su casa. Dios nos llama nuevamente a poner nuestra confianza en Él y a no tenerla puesta en nada caduco. Si lo amamos y este amor nos une a los demás y nos hace mirar su necesidad y ayudarlos, entonces tengo vida, la verdadera vida, y esa vida no terminará jamás, será eterna.

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fray alex

martes, 27 de febrero de 2018

Todo por el amor - Evangelio del 28/02/2018 - Miércoles II de Cuaresma - Mt 20, 17-28


Las lecturas en este día nos presentan el aspecto difícil de la decisión de hacer caso a la voz de Dios en nuestra vida y vivir fieles a su voluntad: el rechazo, la persecución y la propia muerte.
En la primera lectura escuchamos los planes contra Jeremías por parte de los adversarios de Dios, y lo que hace el profeta es recurrir a Aquel que lo ha enviado. Habla con Dios y le pide auxilio, le pide que haga algo, pues él solamente está cumpliendo lo que Él mismo, Dios, le ha mandado. Esta historia se repetirá con cada enviado de Dios en la historia de la salvación, pues todos lo hemos rechazado en nuestras vidas. La primera victoria de Dios en nuestra vida ha sido nuestra conversión, pasar de no querer saber nada de Él a tener hambre de sus Palabras y de su presencia y querer hacerlo el centro de nuestras vidas. Es una historia de búsqueda por parte suya y de lucha contra nosotros mismos por nuestra parte. ¿A quién no le ha pasado que, aún sabiendo que Dios y sus mandatos son buenos para nuestras vidas, no poder o no querer hacer su voluntad? Es como si nuestra razón nos dirigiera hacia Él y nuestro corazón buscara ir en otra dirección. Por ello, más difícil que convencer a nuestra razón es guiar nuestro corazón. Las razones para rendirnos ante Dios y dejarlo entrar en nuestras vidas son muchas, y todos podemos entenderlas. Por eso, la sanación de nuestro corazón es una parte muy importante en nuestra vida de discípulos; sólo si experimentamos el amor de Dios, su misericordia y su perdón sanador, nuestro corazón comenzará a buscarlo. ¿Cómo anunciamos nosotros la conversión a nuestros semejantes? ¿Sólo con razones? ¿Condenándolos, infundiéndoles terror por sus pecados? A veces gastamos muchas energías, fuerzas y tiempo tratando de encontrar la prueba lógica incontestable de la existencia de Dios, o el texto irrefutable de la Biblia con el cual callar a todo aquel que nos diga lo contrario a nuestra fe, o rezando para que ocurra un milagro y muchos se conviertan ante la evidencia de la obra de Dios. Para mí, eso es tiempo perdido si no nos interesamos en el corazón de los demás, en su historia, en sus dolores y sufrimientos, en lo que los aflige, en lo que los hace o los ha hecho sufrir por mucho tiempo. Para algunos, la idea de un Dios amor es inaceptable, porque el primer razonamiento que se hace es “si Dios fuera amor por qué ha permitido este evento doloroso en mi vida”, luego, entonces, Dios no puede ser amor. Lo mismo sucede cuando sólo damos razones para tratar de explicar que Dios es Padre, que en Dios hay Paz, que Dios es humildad, que Dios es esto o lo otro… Pero yo te pido, ponte a reflexionar cómo es que tú has llegado a aceptar a Dios en tu vida. Te cuento rápidamente mi experiencia. Desde siempre yo he sido católico, he ido a Misa, frecuentaba la confesión, rezaba, etc. Pero no fue hasta que sentí que Dios me amaba, que comencé a buscarlo.
En el Evangelio de hoy, Jesús sabe que yendo a Jerusalén va a morir. Cualquier persona cuerda hubiera evitado ir hacia el peligro, pero Jesús hace lo opuesto, va a Jerusalén. ¿Qué es lo que lo mueve a tomar esa decisión? Es precisamente que ama a su Padre del cielo y ama a los hombres, con todo su ser. Porque se sabe Hijo muy amado del Padre, lo obedece, no duda, permanece fiel. El amor es la fuerza más intensa que nos hace soportarlo todo, y también la que nos da las alegrías más verdaderas.  Hoy, simplemente te invito a que tomes el texto de las lecturas de este día, las leas al menos dos veces, hagas silencio e imagines a Jesús decidido a perseverar hasta el fin, aunque sus discípulos no lo comprendan. Él tiene claro el camino: amar hasta el fondo, hasta dar la propia vida. Jesús se sabe profundamente amado. Tú también lo eres. Él ha dado su vida por ti, para que lo sepas y no dudes, y comiences a ser fiel, como Él. Reflexiona cómo tú has llegado a conocer, experimentar y sentir el amor de Dios en tu vida. Eso, lo que sabes que Dios ha hecho por ti, de lo que has sido testigo, eso es lo que Dios te llama a anunciar. Todos aquellos hombres y mujeres que han llegado a la santidad es porque el amor los ha convencido, les ha iluminado sus vidas y les ha seducido el corazón y el cuerpo. Hoy, el Espíritu de Dios puede cambiar la vida de tantos que lo rechazan, si tú y yo hablamos de Él, de nuestra historia sanada, de nuestras luchas y de su obra en favor nuestro.

lunes, 26 de febrero de 2018

¡Vuelvan a Mí! - Evangelio del 27/02/2018 - Martes II de Cuaresma - Mt 23, 1-12



Aparten de mi vista sus malas acciones, es el grito de Dios a sus hijos en la primera lectura, dispuesto a perdonarnos todo lo que hayamos hecho en el pasado si volvemos a Él. Dios sabe que, sin su perdón, nos perdemos. Sólo si Él concede el indulto, el perdón de nuestras faltas, entonces viviremos y su nombre será glorificado. Veamos por donde lo veamos, pareciera que Dios sale siempre perdiendo. ¿Cuál es el interés de Dios en toda esta situación de alianza e infidelidad? ¿Porqué se esmera tanto? Porque Él es fiel a sí mismo, Él es Dios, el Dios de la vida, Él es Amor. Perdonándonos, brilla su gloria; reviviéndonos de nuestros pecados, da a conocer su Nombre, Dios compasivo. Permaneciendo fiel a sí mismo Dios no pierde, siempre sale victorioso. Si nosotros le hacemos caso y regresamos a Él, Él nos glorificará. Dios nos enseña que, perdonar y ser compasivos y misericordiosos no es ninguna debilidad ni humillación, sino grande glorificación. Esa es la lógica de Dios. ¡Cuántas veces nosotros no queremos ni perdonar ni permitir a Dios que use misericordia con nosotros, porque hemos creído que eso es una humillación! Permanecer en el egoísmo y en la soberbia, es esa la verdadera humillación. ¡Que nadie nos engañe! El fuerte no es el que aplasta, sino el que levanta y sostiene; el verdadero ser humano es el que ama a sus hermanos y a su Padre del cielo, no el que los hace a un lado. Esa es la religión que Jesucristo en el Nuevo Testamento nos ha enseñado. El que en este mundo aparenta ser glorioso porque tiene poder, fama, dinero, hace lo que quiere y quita de en medio a todo aquel que le impida brillar, en realidad, se está humillando a sí mismo, porque, sin darse cuenta, pisotea su propia dignidad y se destruye a sí mismo para siempre. El que destruye, se destruye. El humillado, en realidad, no pierde nada, pues nadie nos puede robar el tesoro que llevamos dentro. Podemos llegar a sufrir mucho a causa de las humillaciones de otros, por su menosprecio, por su traición, por su maldad y tortura. Pero la vida del justo está en las manos de Dios, su tesoro está seguro, y fiel es Dios para custodiar nuestro tesoro.  Dios es capaz de reconstruir nuestras vidas, como el alfarero con su barro.
A veces nuestra vida se fragmenta, se rompe, se destruye en pedazos terriblemente a causa de la injusticia y la maldad en este mundo, pero Dios, que es fiel a sí mismo, nos ofrece poder acercarnos a Él y pedirle: ¡Señor, hazme de nuevo! ¡Reconstruye mi vida! ¡Yo mismo me he hecho daño, he destruido mi propia felicidad!
Lo peor es cuando un ser humano en nombre de Dios, enseña a otros, pretendiendo hacerse pasar por maestro espiritual y guía, que Dios no los ama o los rechaza por sus pecados, que no encontrarán perdón en Él  pues ha sobrepasado el límite de la maldad. A esos falsos maestro, Dios los aborrece, y a los que han sido lastimados Dios les dice: “Aunque sus pecados sean rojos como la sangre, quedarán blancos como la nieve. Aunque sean encendidos como la púrpura, vendrán a ser como blanca lana. Si son ustedes dóciles y obedecen, comerán los frutos de la tierra”. Dios perdona, es fiel a su nombre, que es Dios compasivo. Anda, y haz tú lo mismo.

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domingo, 25 de febrero de 2018

Sean misericordiosos y compasivos - Evangelio del 26/02/2018 - Lunes II de Cuaresma - Lc. 6, 36-38




Queridos hermanos, unas lecturas muy lindas también para hoy nos regala la liturgia de este día de cuaresma.

En la primera lectura, tomada del profeta Daniel, escuchamos la confesión humilde y verdadera del mismo profeta: Tú has sido fiel a la alianza, nosotros no, nosotros hemos sido malos, no te hemos escuchado, ni a ti, ni a tus enviados. Siendo él un profeta enviado, reconoce el pecado del pueblo y el propio.  ¡Eso es vivir en la verdad! El profeta no presume de ser profeta, no se siente ya salvado por la misión que ha recibido. Sabe bien que la Palabra que recibe de Dios, en primer lugar, es para él mismo. Aprendamos de este profeta, no se le sube a la cabeza el estatus de profeta, sino que sabe que su misión es encarnar el mensaje y para ello debe confrontar su propia vida con lo que Dios le manda decir. El profeta se vuelve no un simple transmisor, sino un testigo de la misericordia y la compasión de Dios.
También el Evangelio hay que leerlo con esta clave de lectura. Dice Jesús: “Sean misericordiosos, no juzguen, no condenen, perdonen, pidan a Dios”.  Esta Palabra no sólo nos manda predicar la misericordia y el perdón a los demás, sino ser testigos de la misericordia y del perdón estando conscientes que eso es lo que nosotros recibimos de Dios en primer lugar, sin mérito alguno, sólo por gracia. Ojalá y en la Iglesia de Dios seamos así, testigos y anunciadores de lo que hemos visto y tocado con nuestras propias manos.
En esta semana de cuaresma que estamos comenzando, estas lecturas nos pueden indicar cómo vivirla: reconociendo si hay alguien en nuestras vidas que se ha quedado sin misericordia y perdón de parte nuestra, si hay alguno a quién hemos juzgado y condenado apartándolo de nuestras vidas, si hemos difamado a alguien hablando mal de él. En el catecismo nos han enseñado que los pecados de omisión no son graves, que sólo los mortales hay que confesar ante el sacerdote que nos da el perdón de Dios. Pero, ¿no será que gracias a nuestro escrúpulo de no tener mancha en nuestro vestido blanco de bautizados hemos dejado de lado el mandato, el imperativo que hoy nos recuerda Jesús? Si no nos habíamos dado cuenta, desobedecer no es sólo hacer lo contrario a lo que se me indica, sino también no hacerlo. Ya nos dice la Palabra que la caridad y la misericordia borran multitud de pecados. Como seres humanos, siempre tendremos pecados, chicos o grandes pero, la compasión y la caridad de Dios encarnadas en nosotros bautizados, en nuestro corazón, en nuestras manos y en nuestras palabras, y con la ayuda de su gracia que nos renuevan constantemente, veremos su obra de salvación cumplirse en nosotros. 

sábado, 24 de febrero de 2018

Metamorfosis - Evangelio del 25/02/2018 - Domingo II de Cuaresma, Mc 9, 2-10


Este domingo, la liturgia nos presenta el episodio de la transfiguración del Señor. Este evento de la vida de Jesús en la vida de los apóstoles, ocurre después de la segunda multiplicación de los panes y de la profesión de fe de Pedro, donde Jesús lo llamó satanás. Ahí, Jesús anuncia la pasión que se acerca, que su mesianismo no consiste en los triunfos y victorias de este mundo, sino en sufrimiento, muerte y resurrección, servicio y entrega de la vida por amor a los hombres.  El evangelista Marcos nos presenta la transfiguración de Jesús como una epifanía, una manifestación gloriosa del Cristo. Esta escena de la gloria de Jesús, aunque sea momentánea, manifiesta la verdad de Jesús a sus discípulos, que Él es Dios, aunque si con los ojos del cuerpo sólo ven a un simple hombre. Jesús es verdadero hombre, y verdadero Dios. Al ver a Jesús sufrir, ser rechazado, pobre, débil e incluso morir, podríamos llegar a poner en duda su divinidad, su fuerza y su gloria. Esta manifestación nos dice que no hay por qué dudar del modo como ha querido salvarnos. Ha escogido el servicio, la humildad, la entrega de la vida no por error, sino porque Él es amor, y sólo el servicio, la humildad y la entrega de la vida pueden explicarnos lo que es el amor. La tentación será siempre la misma, como lo fue para Jesús y para Pedro, y como lo es también ahora para todos nosotros: querer cambiar el amor humilde por el poder y el domino, querer cambiar al Dios amor y misterio por un ídolo que nos haga milagros y nos evite el sufrimiento.
La transfiguración ocurre sin previo aviso, de repente: Jesús los llama y los sube con Él al monte, y les comparte su luz. Marcos usa la palabra en griego “metamorfosis” para indicar la transfiguración de Jesús. Es decir, Jesús, sin dejar de ser hombre verdadero, muestra la gloria de Dios. Es una transformación completa, interior y exterior, que si bien es Jesús mismo el que se transfigura, muestra a los discípulos algo que no se ve normalmente, su gloria. Hay una ruptura y una continuidad. Ruptura porque es totalmente distinto; continuidad, porque es el mismo Jesús, no es otra persona.
Con Jesús, se aparecen conversando Moisés y Elías, dos grandes personajes del Antiguo Testamento que ya no tienen nada que decir a los discípulos, no hablan con ellos, más bien conversan con Jesús. Así pues, Jesús les muestra que Él es quien el Padre había prometido, Él es el cumplimiento de la ley y la profecía.
 Pedro quiere detenerse en ese momento de gloria, volviendo a mostrarse como satanás, como tentador para Jesús, invitándolo a quedarse en la gloria de ese momento evitando la muerte, la lucha, el servicio, la pasión y la humillación por la que Jesús había anunciado que debía pasar. Es muy significativo eso de las 3 chozas o tiendas, pues hace referencia directa a la fiesta de las tiendas de los judíos, donde celebraban al Dios salvador y victorioso. Es como si Pedro dijese a Jesús: en la gloria te reconozco Señor. Pero Jesús mostrará a sus discípulos que su Señorío debe ser reconocido en el servicio, en la humillación, en el dolor, en la renuncia de sí mismo por amor a los hombres. Ese es el verdadero mesianismo de Jesús, el de la cruz. Si yo, siendo el Señor y Maestro les he lavado los pies, también ustedes deben hacer lo mismo unos con otros. ¿Es mi gloria la Cruz de Cristo?
Después viene la nube que los cubre con su sombra, como la que acompaña al pueblo en el desierto en el Éxodo, que los va a conducir a la libertad verdadera, y se oye una voz, como la que habló en el Jordán cuando Juan bautizaba a Jesús, que dice: “Este es mi Hijo, el amado: ¡Escúchenlo!” La voz del Padre indica a Jesús como su Hijo, a quien hay que escuchar de ahora en adelante, lo confirma su elegido, su amado, revela su identidad. Dice: ¡escúchenlo! pues es el nuevo y definitivo profeta, el perfecto revelador del Padre y de su voluntad.
Después de esto, Jesús retoma su aspecto habitual, y comienza su viaje hacia Jerusalén, donde morirá. Los apóstoles reciben, pues, consuelo y luz en la transfiguración para poder acompañarlo a la pasión y muerte que se acercan, y después de resucitar comprenderán lo que sucedió en ese monte.
En la vida de los cristianos hoy, puede llegar a suceder lo mismo que sucedió con los discípulos: dudar y pensar que la manera elegida por Dios para salvarnos y para guiar al mundo sea equivocada. Nos vemos tentados en querer decir a Dios cómo debería actuar, dejando de ser discípulos y poniéndonos en el lugar del maestro. De hecho, es así cuando renegamos de sus planes, cuando rechazamos el camino de la humildad y del servicio; es así cuando nos creemos más sabios que Él, más astutos, o cuando nos alejamos de su Iglesia porque nos creemos superiores a toda esa bola de ovejas que no entienden nada. En realidad, lo que hacemos es rechazar su camino de servicio por uno que según nosotros es más efectivo, dará mejor y más rápidos resultados; es nuestra humanidad que se revela a la conversión, a dejar sus vicios y pecados. Recuerda aquel episodio cuando Jesús habla en la sinagoga con autoridad y rápidamente uno grita contra Él, mostrando que la Palabra de Jesús lo ha incomodado.
Jesús muestra su gloria para que estemos seguros que su camino, por más hostil o terrible o duro que parezca, es el camino de la verdadera gloria y felicidad. El demonio es quien nos trata de convencer de que los caminos de Dios nos destruyen, nos hacen sufrir, que no están bien, que hay que ser más sensatos… Jesús nos muestra su gloria, para que confiemos en Él y nos decidamos por sus caminos de santidad, de arrepentimiento, de plena conversión. Hay que abrirnos al Mesías que nos ha sido dado, hay que darle nuestro voto de confianza y seguirlo. Al final, veremos que era el que nos convenía.
Como seguidores de Jesús, es bueno recordar que, en ciertos momentos de nuestras vidas, Jesús nos ha mostrado su gloria, nos ha consolado para que sigamos adelante. Él no es un Dios despiadado que nos manda ser fieles sin ayudarnos o sostenernos; Él es el Dios que camina con nosotros, Él es nuestra fuerza, Él es quien nos anima, nos empuja a la batalla y nos fortalece.
En este segundo domingo de cuaresma, Jesús nos quiere seguir llevando hacia adelante, hacia la meta que es su Pascua. Ya vimos las tentaciones, ahora su transfiguración, el camino de cuaresma prosigue. Se acerca su pasión, su muerte y resurrección. Aunque no comprendas el plan de Dios, síguelo, aún tiene algo que decirte.

viernes, 23 de febrero de 2018

Sean perfectos... - Evangelio del 24/02/2018 - Mt 5, 43-48


La alianza con Dios es un compromiso de ambas partes. Ser pueblo de Dios, pueblo de su propiedad, implica que yo le consagre a Él todo lo que soy, todos mis sueños, ilusiones, metas, proyectos, mis caminos, toda mi humanidad, mi cuerpo, mi espíritu, mis capacidades… todo.  Que yo esté consciente que sólo soy administrador de lo que hoy poseo, pues todo pertenece al verdadero dueño, Dios, y que debo tratarlo y cuidarlo según Él me lo vaya indicando. Cualquier acto distinto a su voluntad, es desobediencia y usurpación. Sí, así es la alianza, profunda. Dios también se compromete profundamente a sernos fiel, a protegernos, cuidarnos, guiarnos y salvarnos. Y hemos conocido el grado de fidelidad a su alianza cuando Dios Padre no nos ha negado a su propio Hijo. A la luz de la fidelidad de Dios, nuestra fidelidad se revela insuficiente. De hecho, en la alianza con Dios, todo es gracia.
A veces no queremos aceptar que, por el Bautismo que hemos recibido como un don, ya no nos pertenecemos, somos pueblo de Dios. Hoy, muchos dicen a Dios o a sus padres, por haberlos bautizado de pequeños: ¡a mí ni me preguntaron si quería! ¡yo no estaba consciente! y otras respuestas semejantes para renegar de tan santo sacramento. Al ser bautizados, Dios no nos quita la libertad, el libre albedrío, para elegir un camino distinto. El bautismo nos introduce en la vida de la gracia que no nos hace un mal, sino un bien. Siempre se puede decidir diversamente, Dios nunca nos quita la libertad. Pero ciertamente está deseoso y feliz de poder escuchar de labios de sus hijos un: ¡gracias por este don que, sin comprenderlo yo aún, me has reservado! Como todo buen padre o madre, Dios no se enoja porque se reniegue de Él. Más bien se entristece, pues abandonar sus caminos es abandonar la vida y elegir caminos peligrosos que llevan a la muerte.
Jesús, en el Evangelio de este día, nos dice que la alianza debe estar bien arraigada en el corazón, en lo más profundo de nosotros, para que sea verdadera y agradable a Él. Una alianza superficial es igual a hipocresía. Un compromiso a medias es igual a tibieza detestable. Sólo cuando hay verdadero amor hay total entrega, sin reservas. Muchos llegan a pensar: pues que Dios se contente con esto, porque ya le he dado mucho. ¡Qué equivocados estamos!
En el cumplimiento de su voluntad debemos buscar el máximo, no el mínimo. A veces, si podemos, buscamos saltar su ley, romperla, como lo hacemos con las leyes civiles. Alguien que en verdad quiera amar a Dios, no buscará hacerle caso en lo mínimo, sino en grado máximo. ¿Cómo es tu relación con Dios? ¿Sólo formal? ¿Busco darle el mínimo para que no diga nada, para que se conforme y esté contento y no me maldiga? Cuando uno se sabe correspondido en el amor de pareja, por ejemplo, no busca pasar el menor tiempo con esta, sino el máximo. Y las horas se pasan volando estando con la persona amada. Dios se espera un amor semejante: apasionado, entregado, fiel, perseverante, contra viento y marea. Por esto mismo Jesús nos dice que debemos tender a la perfección en el amor, en el cumplimiento de la nueva ley, ya que hemos sido rescatados y amados con infinito amor. El amor del Padre Dios por sus hijos es así, pleno y sin reservas, ama a los buenos como a las ovejas negras, se ocupa de los sanos como de los enfermos. En eso debemos buscar agradar máximamente a Dios, en el amor a los demás. No busques nada más. De nada serviría preparar una liturgia perfecta exteriormente en sus ritos, una gran misa solemne, si en el corazón de sus hijos hay lugar para el odio y el rencor, si separo en mi vida diaria a seres humanos en primera y segunda clase, en amigos y enemigos, en merecedores de mi amistad y no merecedores. Dios se espera de nosotros una justicia mayor que esta.

jueves, 22 de febrero de 2018

Justicia gratuita - Evangelio del 23/02/2018 - Viernes I de Cuaresma - Mt 5, 20-26


Este es el primer viernes de cuaresma, eco del Viernes Santo, que conmemoramos particularmente con las obras de caridad, la ora
Las lecturas de este día nos llaman a una profunda conversión y renovación de nuestra vida concreta. La primera, tomada de Ezequiel 18, dice: “si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá”. Llama particularmente mi atención ese “ciertamente” que usa Dios en esta frase, como queriendo significar: Como que Yo soy Dios no morirá, y ¡es muy bello! Si hay conversión, ciertamente encontraré la vida, porque ciertamente Dios es bueno y no está esperando a quién condenar, sino quién salvar, a quién brindarle el perdón, la nueva vida. Es una gran revelación: “Dios no quiere la muerte del pecador”, nunca lo pienses.  Quiere su conversión.
Pero también nos dice algo más misterioso: “si el justo se aparta de su justicia, no se le tendrá en cuenta la justicia que hizo… y morirá”. ¡Eso no es justo! Ésta frase, para entenderla, va unida a la siguiente, donde Dios continúa diciendo: “¿no es justo mi proceder? ¿no es más bien injusto el de ustedes?” Me parece que lo que el Señor nos dice es: no hay obra tuya de justicia que te valga la salvación, es Dios quien salva, no es justo querer negociar la salvación, comprarla, hoy dedicarme a ella y mañana no, porque merezco un descanso. Aquí no hay comercio, sólo hay fe y confianza. Considerarme digno del perdón de Dios por haber actuado bien en el pasado, es olvidar lo más importante y lo que en verdad ha sido fuente de salvación para mí: la gratuidad de Dios. Cada vez que creemos merecer el perdón de Dios, cada vez que pensamos “puedo pecar un poco, al fin que últimamente me he portado bien”, o: Dios sabe que lo amo, y no creo que este pecado me valga el infierno, cada vez que pensamos así, elegimos estar lejos de Él, elegimos comerciar con su salvación. Recuerda: hemos sido salvados por gracia, no por ninguna obra meritoria. Si somos justos, es porque Él nos ha justificado. Uno sólo es Bueno.
En el Evangelio, Jesús dice a sus discípulos que su justicia debe ser superior a la de los escribas y fariseos para poder entrar en su reino, quienes precisamente han caído en lo que Dios denunciaba en la primera lectura, un proceder injusto. Nos invita a superar eso de que “justo es dar a cada quien lo que merece”, y cambiarlo por: “justo es que yo imite a Dios, que yo haga con mi hermano pecador como Dios ha hecho conmigo, pecador: Él me ha perdonado, me ha sostenido, me ha amado sin yo amarlo a Él, sin yo merecerlo”. Dios nos enseña la importancia de una justicia así, basada en el perdón y no en el mérito. Dios sabe que si uno de sus hijos no se sabe o no se siente perdonado y amado, puede causarle tristeza, depresión, malestar, ira, frustración y muerte. Por la vida del hermano, por su felicidad que Dios desea, hay que aprender a otorgar el perdón, la ayuda, las palabras de consuelo, gratuitamente, en toda ocasión, y no sólo cuando yo juzgue que lo merecen. Yo no soy juez, sino discípulo. No soy autor de salvación, sino colaborador de Dios en la obra de la salvación.
Dice Jesús en el Evangelio que no sólo no hay que romper el mandamiento “no matarás”, sino ir más allá de la ley escrita, y buscar instaurar con todos, una relación de paz, de comprensión, de paciencia y tolerancia. Y esa se instaura con el perdón. Dios nos enseña que el perdón es la base de la paz, no la consecuencia. Y tú ¿cómo estás buscando inaugurar una situación de paz en tu familia, en tu grupo, en tu trabajo, en tu parroquia o incluso contigo mismo? ¿Estás partiendo del perdón? ¿estás esperando que te pidan perdón? ¿sigues atorado en eso de que perdono sólo si cambian, perdono si dan muestra de conversión? Dios nos enseña que el amor se adelanta al merecimiento, a la justicia distributiva:  se anticipa, se ofrece y se desborda.
ción y el ayuno. De hecho, a todos los viernes de cuaresma les damos un carácter penitencial, como signo de arrepentimiento por nuestros pecados.

domingo, 18 de febrero de 2018

Todo es gracia - Evangelio del 22/02/2018 Jueves I de Cuaresma - Mt 16, 13-19



Este día, la liturgia de cuaresma coincide con la fiesta de la cátedra de san Pedro, signo de la misión de enseñanza que Dios ha confiado a los pastores de su Iglesia, de los cuales Pedro es garantía de comunión. La santidad es para todos, ovejas y pastores, pues en la Iglesia de Cristo nadie es superior, tenemos diferentes servicios, pero nada más. Teniendo la conciencia de que todos hemos sido salvados por gracia inmerecida y de que Cristo es el único y verdadero pastor, estaremos seguros de pertenecer a su rebaño. Por eso es muy importante que todos sepamos bien en la mente y en el corazón, que Jesús es el único pastor.
En el Evangelio, Jesús pregunta a sus discípulos ¿quién dice la gente y quién dicen ustedes que soy yo? Gran parte de su ministerio, Jesús insistirá en dejarles bien claro que Él es el Señor, el Rey de Reyes,  y que ha venido a servir, que está dispuesto a dar su vida para que ninguno de los que el Padre le ha dado se pierdan. Esa es la vocación que nos une, el servicio a los demás, el anuncio de la buena noticia de que Dios es amor supremo. El discípulo debe seguir a su maestro, imitarlo.
Todos conocemos algún cristiano, oveja o pastor, que no da buen testimonio. Todos hemos sido testigos, en uno mismo o al mirar a otros, que es tan fácil perderse, abandonar el camino del servicio. La tentación más grave no es sólo abandonar el camino, sino, permaneciendo en Él, ser falsas ovejas o falsos pastores, y querer aprovecharnos sólo de los beneficios, las reverencias, el poder o la fama que un servicio puede otorgar. Como cristianos, nuestra única gloria es la Cruz de Cristo, nuestra única presunción es saber que soy salvado porque Dios es bueno, y sólo Él. ¿Somos cristianos que imitan así a su Pastor? Cada vez que menospreciamos a alguien o lo apartamos juzgándolo como pecador, no somos ejemplo de Cristo, no somos cristianos. Un cristiano no condena, llama a la conversión; un cristiano no destruye la fama de nadie, da la cara por él; un cristiano no dice: cambia para que Dios te ame, sino: date cuenta de lo mucho que te ama Dios y respóndele; no dice: aléjate, sino: acércate a la fuente de salvación. Por más estudios teológicos que tengamos, por más conocimientos litúrgicos o pastorales que hayamos recibido, sin la caridad, no son nada, absolutamente nada. Tú, pastor, ¿amas al rebaño de Dios? Tú, coordinador, ministro de la Eucaristía, responsable de grupo, coordinador de actividades, cabeza de un movimiento ¿eres incluyente o excluyente? ¿coincide tu enseñanza de palabra con tus obras? Tú, papá o mamá ¿estás consciente de que esta es la religión que debes enseñar a tus hijos, amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como iguales?
Pedro le respondió a Jesús: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”, aunque aún no comprendía lo que eso significaba. Lo comprenderá después, al haber negado a su Maestro y, una vez resucitado, haber experimentado su perdón y misericordia que le confía aún cosas más grandes. Pedro experimentó su miseria y la misericordia de Dios, experimentó en carne propia la necesidad del Mesías en su vida. Y tú ¿tienes hambre y sed de salvación? ¿estás consciente de tu pecado? ¿reconoces que sólo porque Dios es bueno es que hoy puedes llamarlo Padre? No te acostumbres a ser un bautizado, vuelve a descubrir el inmenso don que el bautismo te ha otorgado aún antes de que tuvieras conciencia de ello, ser salvado por gracia.


Más que Jonás... - Evangelio del 21/02/2018 - Miércoles I de Cuaresma - Lc 17, 29-32


Jonás es uno de los profetas del Antiguo Testamento, llamado por Dios a predicar la conversión a un pueblo que no era el suyo. Después de resistirse, el profeta obedece al mandato de Dios, predica la conversión y el pueblo acoge sus palabras, dando verdaderos signos de conversión y agradando a Dios con su arrepentimiento. Hoy, la primera lectura está tomada de su libro, y en el Evangelio Jesús hace alusión a él.
Lo que hay que remarcar es que, Nínive aún no conociendo al Dios de Israel, hace caso a las palabras de Jonás. Es capaz de reconocer en Jonás a un enviado y hacerle caso. No vieron ni escucharon otra cosa que a un hombre con un mensaje como señal de conversión.
Dios ha elegido esta manera de obrar entre los hombres, la manera humana. A veces llegamos a creer que si me va bien en la vida, si tengo buena suerte, entonces quiere decir que Dios está conmigo, que es una buena señal de su presencia. De hecho en el Antiguo Testamento era así: Dios bendice o Dios maldice, identificando el bienestar con la bendición y la desgracia o enfermedad con la maldición o abandono de Dios. Pero de esta manera, la conclusión era: los enfermos, los leprosos, son resultado de la maldición de Dios, y hay que apartarlos. Por esta misma manera de pensar, las personas del tiempo de Jesús se resistían a creer en Él como el enviado de Dios, como el bendecido por Dios, el Ungido, pues uno que goza de la protección y bendición de Dios, no puede morir en una cruz como un malhechor. ¡Escándalo!
Jesús rompe con esta mentalidad de división. Dios bendice… y punto. Con su resurrección, Jesús nos ha mostrado que en el momento de la cruz, en el momento de la prueba más fuerte, del drama más grande de su vida, Dios Padre estaba con Él, sufría con Él. Si tú estás pasando hoy por un mal momento, recuerda a Jesús crucificado, tan cercano al Padre en esos momentos como en el Tabor, o en la última cena, o mientras obraba milagros. Parecía abandonado de Dios, pero más bien estaba viviendo la fidelidad más profunda en medio del dolor. Dios no nos manda el dolor como una tentación, a ver qué tanto me ama; Dios permite las pruebas y nos sostiene en las tentaciones. Dios tiene un plan para cada uno, y, sea cual sea, Dios te va a preparar para la batalla, te va a fortalecer, te va a foguear. Y tú ¿qué señal estás esperando que pase para creer que Dios está contigo en medio de la prueba? ¿vas a creer si ésta desaparece? ¿vas a creer si ves a un ángel con alas? ¿No será acaso la señal que esperas ésta Palabra que hoy escuchas: Yo Soy más que Jonás, Yo Soy más que Salomón?
A veces decimos que si se nos aparece Dios entonces sí vamos a creer, que si resucitase un muerto entonces sí que nos vamos a convertir. Ya alguien más dijo eso en el Evangelio.
En este día del tiempo de Cuaresma, enciérrate en tu cuarto, haz silencio, ora a tu Padre que está en lo secreto y pídele lo que Él te quiera dar, lo que Él sabe que te hace falta para salir vencedor de esta prueba, dile que Tú crees en Él, que estás seguro que no te ha abandonado, que estás dispuesto hoy en este momento a cumplir su voluntad, que no tienes miedo porque sabes que Él está contigo, que vas a perseverar contra viento y marea con tal de serle fiel porque confías en Él. Hazlo y entrarás en el misterio de Dios, y una vez dentro, iluminado por la fe, verás.

Como la lluvia y la nieve... - Evangelio del 20/02/2018 - Martes I de Cuaresma - Mt 6, 7-15



Las lecturas de este día nos hablan de la eficacia de la Palabra de Dios y de las palabras que nosotros debemos dirigir a Dios, nuestro Padre, en la oración.
La primera lectura compara la Palabra de Dios a la lluvia y a la nieve, que renuevan la tierra árida y desierta, produciendo algo nuevo, haciéndola germinar. La tierra árida es así, árida, porque le hace falta el agua, no porque no posea lo necesario para la vida. Así es la vida de los hombres: bella, llena de potencialidad para la vida, pero que sin agua, sin la intervención de Dios, quedará sin producir fruto. Dios ha dado al ser humano muchos talentos, muchos dones: su inteligencia, su creatividad, sus palabras, su cuerpo, sus manos y sobre todo su corazón capaz de amar. Todos conocemos personas que brillan por sus capacidades humanas y personas que parecieran ser menos agraciadas. Y seguramente conocemos casos donde personas sencillas logran hacer grandes cosas y vivir felices, mientras que las que parecieran tenerlo todo para ser completas, no lo son. Pensemos en un Francisco de Asís, en una Teresa de Calcuta, que muestran una sencillez extrema, una humildad y pobreza tales que nadie daría un centavo por imitarlos. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? ¿Qué los hace distintos, felices, completos? ¿Cuál es el secreto? El secreto es que unos ponen al servicio de los demás lo que tienen, poco o mucho, y otros no.
Bien sabemos que la felicidad no está en poseerlo todo, en procurarse el máximo de cosas o de virtudes, sino en reconocer los dones que poseemos y, con ello, cumplir nuestra misión en esta tierra. No esperes a ser mejor para ponerte a caminar, no esperes a ser santo para ser agradable a Dios, no esperes las mejores condiciones para sentirte feliz. Muchas veces esto sucede porque nos comparamos con los demás, con los que consideramos personas buenas, haciendo de ellos ídolos de nuestras vidas. Una cosa es admirar a los demás y dar gloria a Dios por lo que hace en sus vidas, otra muy distinta creer que si no soy como ellos nunca podré ser feliz. ¡Tienes tanto en tus manos para ser inmensamente feliz! No mires lo que te ha hecho falta en tu vida o lo que no posees ahora creyendo que tu vida nunca estará completa. Cuando Dios se hace presente, nos da el inmenso don de una nueva vida, sin desechar lo pasado, más bien, renovándolo todo y, como la lluvia y la nieve, haciendo que esos desiertos produzcan toda clase de fruto. A lo mejor no has tenido una familia feliz sino todo lo contrario, a lo mejor hay situaciones dolorosas y terribles en tu vida, a lo mejor te hacen falta muchas cosas materiales. Permite a Dios y a su Palabra sanar, renovarlo todo, entrar en tu vida, y verás un parte aguas en ella. Por último, Jesús en el Evangelio nos enseña, con la oración del Padre nuestro, a hacer precisamente eso: buscar su reino, confiar en nuestro Padre lo que somos, pedir que se cumpla su voluntad y pedir lo que realmente necesito. Él ya lo sabe.


sábado, 17 de febrero de 2018

Cuenta lo que no cuenta - Evangelio del 19/02/2018 - Lunes I Cuaresma - Mt. 25, 31-46




En este Evangelio de hoy, tomado de Mateo 25, Jesús nos dice que, a la luz del Espíritu, cuenta lo que no cuenta. El Evangelio de este día nos presenta el discurso de Jesús sobre el juicio final, que ciertamente acontecerá, y cómo se realizará. Pero ¿cómo nos va a juzgar Dios? ¿cuál es su voluntad? ¿Qué se espera Dios de nosotros?
Jesús, que es la Sabiduría del Padre, nos ha venido a revelar lo que hay en el corazón de Dios, cuáles son sus caminos y sus pensamientos, es decir, el amor. El amor en la Biblia se traduce en justicia, la cual va más allá de “dar a cada uno lo que merece”. La justicia de Dios es perdón, pues nadie puede llegar a ser justo si Dios no interviene con y por su misericordia.
El Evangelio nos dice que Dios va a reunir y a separar unos de otros, ovejas de cabras, en base a un principio, y no es cuánto hayas pecado, sino cuánto hayas amado y cuidado aquello que en este mundo parecía no tener ningún valor: los más pequeños. A los ojos de Dios, cuenta lo que no cuenta. Los ciudadanos del reino debemos ir abriendo los ojos y aprender a mirar las cosas y a juzgar la realidad a la manera de Dios.
¿Cuáles son tus aspiraciones más profundas? ¿A qué quieres consagrar tu vida? Jesús nos dice de comenzar a dar importancia a todo y a todos aquellos a quien nadie les da, como son los que en este momento sienten hambre, los que hoy no tienen qué vestir, los que hoy no tienen una casa, los que tienen sed, los que están solos, los que sufren. Ellos son los amados de Dios. Pero, ¿no sufren también aquellos quienes están atrapados en un vicio, o aquellos hijos que no reciben atención, tiempo y cariño de sus padres, o aquellos padres ancianos que hace tiempo no reciben ni siquiera una visita o llamada de sus hijos por estar muy ocupados? ¿No sufre aquel que fue traicionado por un amigo, aquella esposa o aquel esposo que ha sido abandonado por su pareja? ¿no sufre el alcohólico, el drogadicto? ¿no sufre el que no tiene para comprar sus medicinas, el que es explotado en su trabajo, el que ha recibido la noticia de la muerte de un ser querido? ¿No sufren los migrantes? ¿no sufre incluso la naturaleza, nuestro mundo, que estamos destruyendo al usar desmedidamente sus recursos? Ponle tú el nombre a esos “más pequeños” de los que nos habla Jesús, a esos que a nadie interesa, y fíjate si estás saciando su necesidad, o contribuyendo a su liberación. Lo que no cuenta para los hombres, cuenta mucho para Dios. Lo que no cuenta tiene el poder de salvarnos. Él mismo, Jesús, se hizo uno de los que no cuentan, de rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Nunca será olvidada por Dios cada pequeña obra que hayamos hecho en favor de los pequeños, o cada esfuerzo por ayudar a salir a otros del error. Si Dios tiene mala memoria, es solo para nuestros pecados.




viernes, 16 de febrero de 2018

"Buscaré serte fiel" - canto - fray alex


Más que nada, este canto es un proyecto de vida,
quiero buscar ser fiel al amor fiel de Dios,
concretamente.
Él nunca nunca se cansa de perdonarnos.


Te lo comparto con mucha alegría,
lleno de esperanza,
para que tú también te decidas por Él.

Es tiempo de cambiar,
es tiempo de renovarnos,
hoy es el momento de salvación para ti y para mí:
¡Dios nos ama y nos mira con ternura!

¡¡CoMPáRTeLo!!!

Paz y bien.  También lo puedes descargar en la sección MP'3 de este blog AQUÍ 


TentaciónES... - Evangelio del 18/02/2018 - Domingo I de Cuaresma - -Mc1, 12-15




 Las tentaciones. En unos pocos versículos, el evangelista Marcos nos narra cómo Jesús fue tentado en todo como nosotros.
La celebración de este domingo nos pone en el inicio del camino de la cuaresma, poniendo ante nuestros ojos la meta, que es vivir como ciudadanos del reino, en alianza con Dios, y poniéndonos delante el camino que es igual para todos: la conversión, la perseverancia ante el mal y las tentaciones.
La cuaresma sabemos bien que es un periodo de cuarenta días, número que tiene un gran simbolismo en la Biblia, y el primero que salta a los ojos es el tiempo del desierto por el que tuvo que pasar el pueblo de Dios para poder salir de la esclavitud hacia la libertad. No bastaba sacarlos de Egipto, de una tierra física, sino ponerlos en una nueva condición, la condición de hombres libres, haciéndoles recordar a través de la purificación, que sólo viviendo confiados a Dios y a sus mandamientos, el hombre es verdaderamente libre.
Nuestra meta en este tiempo de cuaresma es la libertad. Pero ¿qué es? Ante todo, Jesús nos dice que sólo quien vive en la libertad de hijo de Dios puede resistir la esclavitud. Hay que aprender a reconocer que el pecado es esclavitud, y no libertad. Estamos tan acostumbrados a creer que, si hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero, si obtengo lo que se me antoje, si no obedezco ni respeto a nadie, entonces soy libre. ¡No! Jesús nos enseña que verdaderamente libre es quien se decide a ser fiel a Dios, reconociendo que sus mandamientos son libertad, que son buenos para mí, que me traen felicidad. Esto es algo de lo que a menudo el mundo de hoy no quiere ni siquiera escuchar hablar.
  Para reconocer que los mandamientos de Dios son buenos, debemos llegar a conocer al dador de la ley, Aquel que nos ha creado. Por eso, este tiempo de cuaresma es un tiempo donde Dios quiere hablarnos en medio de tanto ruido, y decirnos quién es Él en verdad, dejando la imagen errónea que tenemos de Él. El primer paso es reconocer que yo no conozco a Dios, y que por eso consecuentemente huyo de Él, no le obedezco. Me podré decir cristiano, portar una cruz en el cuello, formar parte de un grupo parroquial, etc., pero si no lo obedezco, no lo amo, no creo que sus mandatos sean buenos. Dice Jesús: quien me ama, cumple mis mandatos. El tiempo de cuaresma es un tiempo de desierto, desierto donde no hay nada, desierto donde estamos llamados a entrar, como Jesús, para aprender a reconocer sin ningún influjo exterior cuál es la tentación y cuál es la vida feliz. En este mundo tantas voces nos dicen que ciertos comportamientos son buenos, que no tiene nada de malo comportarse así porque todos lo hacen, porque en este mundo las cosas son así. El desierto nos ayuda a callar esas voces y ponernos desnudos, sin obstáculos, en interlocución con Dios. Es un tiempo que, si lo aprovechamos, lograremos mirar cara a cara la tentación, nuestro pecado, y a la vez la libertad que Dios nos ofrece, su misericordia.
En tu vida de cada día, ¿estás dispuesto a proponerte un tiempo de silencio diario para que esta cuaresma marque tu vida? ¿estás dispuesto a vivir los medios que siempre se nos ofrecen (el ayuno, la caridad/limosna y la oración) para aprovecharla? ¿o será una cuaresma más, que celebramos porque hay que celebrarla?
El Evangelio nos cuenta que Jesús fue tentado. Esta es una afirmación profunda de su humanidad, en todo como la nuestra. No significa que Jesús haya sido tentado solamente en estos 40 días de su vida, significa que cada minuto de su existencia, como nosotros, fue tentado a abandonar el camino de Dios Padre, a cambiarlo por un camino de éxito, sin sufrimientos, de poderío y dominación. Significa que él, como verdadero hombre, pasó por lo mismo que tú pasas hoy, pero salió vencedor de las tentaciones en toda su vida porque confiaba en su Padre, nuestro Padre. No usó en esta tierra ninguna magia para no caer en pecado, qué fácil hubiera sido. Si no pecó, si no cedió a la tentación, fue porque el Espíritu de Dios lo llenaba, igual que a ti hoy te llena como bautizado. Y no necesitamos magia o superpoderes para también ser vencedores, sólo su gracia. Jesús nos enseña en el Evangelio que unidos a Él todo lo podemos, que somos más que vencedores.
El mismo Evangelio nos dice que debemos convertirnos para poder pertenecer al Reino de Dios. No se trata de una conversión de un solo momento, sino de volverme a decidir por Dios hoy, decidirme por comenzar y perseverar hasta el final en una vida nueva, confiando en Dios, en su Palabra y su presencia.
La conversión es un cambio de mentalidad profundo. Dice el Evangelio que Satanás lo tentaba. En la Biblia, Satanás no es un ser rojo con cuernos y cola. Satanás es todo aquello que busca separarnos de Dios con engaños. Hay muchos “Satanás” en nuestra vida, incluso nosotros mismos podemos llegar a ser “satanás” para otros, cuando los apartamos del camino de Dios, o cuando obstaculizamos su entrega, o cuando somos de escándalo a los más pequeños. ¿Cuáles “satanás”, tentaciones, identificas hoy en tu vida? ¿a cuántos les has hecho caso? A veces, la televisión, los amigos del trabajo, los medios de comunicación, nos invitan a apartarnos de Dios cuando promueven todo lo que es contrario a su voluntad: homosexualidad, robo, injusticias, discriminación, exclusión, desigualdades, desobediencias, ateísmo, idolatría, magia, egoísmo, hedonismo, acumulación de bienes, y un largo etc. Pareciera que hoy, a nombre de la tolerancia, el cristiano esté llamado a adecuarse a la mentalidad de este mundo, aceptar cualquier pecado de los hombres y mujeres de hoy para evitar discriminar a nadie. Pero no es así. El cristiano es uno que ha aprendido que el pecado destruye a los hombres, y por el bien de cada uno, no puede callar ante su esclavitud, denunciándolo para ofrecer en nombre de Dios la vida nueva que nos regala y ayudando a todos a desenmascarar la tentación cotidiana que busca apartarnos del camino del bien y deformar el verdadero rostro misericordioso de Dios.


jueves, 15 de febrero de 2018

Nada está perdido - Evangelio del 17/02/2018 - Lc. 5, 27-32


No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Es este el Evangelio de hoy, que nos recuerda que Jesús ha venido a salvar y a liberar. A veces nos vemos en la tentación de creer que no hay problema si peco, pues basta ir a confesarse para ser perdonado, incluso que la mejor manera de vencer la tentación es cediendo a ella. Nada más falso que esto. Recuerda que el maligno nos dice verdades a medias, como nos cuenta el libro del Génesis. La falsa confianza en el perdón de Dios para justificar mi decisión de pecar nos destruye lentamente y nos enfría poco a poco en la fe, además de banalizar la confesión sacramental convirtiéndola en una especie de lavadora del alma. ¿Qué esclavo ruega por ser liberado y una vez libre escoge de nuevo ponerse las cadenas? Cristo nos ha liberado para permanecer libres. Y una vez que hemos sido salvados por su gracia entramos en un camino de conversión permanente, hasta el último aliento de vida en esta tierra. San Francisco, al ver que muchos comenzaban a tenerlo por santo, dijo a sus frailes en los últimos momentos de su vida terrena: “todavía puedo tener hijos con una prostituta”, queriendo así enseñarles que la perseverancia en el camino de Dios nunca termina. Es más, se tenía a sí mismo por el más pecador de todos. Él mismo decía que Dios lo había escogido entre tantos por no haber encontrado otro más pecador que él. ¡Eso es conocerse verdaderamente a sí mismo! ¡Eso es conocer y creer verdaderamente a Dios!

REFLEXIÓN EN AUDIO ABAJO

Saberse rescatado por Dios, sólo por gracia, es algo que cambia la vida, la manera de pensar y de vivir. Con su nacimiento como un bebé en esta tierra, Jesús comenzó a salvarnos, a mostrarnos que Dios no está enojado, está buscándonos incansablemente para salvarnos, pues no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva plenamente. Esperábamos un Dios que destruyese el mal en la tierra destruyendo a los pecadores, pero Él en su sabiduría infinita más bien desea salvar a todos, porque todo lo ha hecho bien, porque en cada ser humano que hoy obra el pecado hay una obra inacabada de sus manos, porque Él sabe que su Palabra de verdad, su Espíritu Santo, es capaz de renovar todas las cosas. Sí, para Dios ¡nada está perdido! ¡Todo tiene solución! ¡El poder de su amor que perdona es capaz de cambiar el corazón más endurecido como roca en un corazón de carne que ame, que sea feliz.

Leví, El recaudador de impuestos, es un ejemplo claro de ello, apenas sintió que quitaban de encima de él el yugo del pecado, libremente corrió hacia Jesús y no lo abandonó nunca más, tanto que, convirtiéndose en Mateo, llegó a ser un precioso instrumento de salvación para muchos al escribir el Evangelio. ¿Quién lo hubiera dicho? Un pecador siendo instrumento de salvación. Jesús no se detuvo en su condición de pecador en la que se encontraba al toparse con él, miró lo que su Santo Espíritu podía llegar a hacer de él, se lo ofreció, él lo tomó, y su vida toda cambió. ¿Qué puede hacer Él hoy por ti? ¿Qué podrá hacer su gracia por este mundo tan corrompido, por esas malas personas que no lo han conocido aún? Todo, puede hacerlo todo.

¿Cómo juzgas hoy tú la realidad de este mundo, a esa persona que roba, mata, defrauda, engaña, ofende? ¿como causa perdida? ¿como irremediable? ¿cómo juzgas tu mismo pasado, perdido? Para Dios no hay imposibles, recuerda, Él hace nuevas todas las cosas.


El verdadero ayuno - Evangelio del 16/02/2018 - Mt 9, 14-15


En el camino de fe, me parece que muchos sufrimos la tentación de usar la Palabra de Dios para justificar nuestra manera de pensar y actuar y, sobre todo, para denunciar a los demás sus pecados, salvándonos sólo a nosotros mismos. Un ejemplo de ello es la primera lectura de hoy, tomada de Isaías 58, donde Dios nos habla del ayuno que a Él le agrada. La primera parte de la lectura la entendemos con facilidad, es decir, lo que significa verdaderamente ayunar, pero a veces no ponemos atención a la segunda parte, donde Dios nos dice claramente lo que se espera de ti y de mí. Lo que quiero decir es que todo va bien mientras Dios nos explique en manera general las normas, pero todo se complica cuando su Palabra nos habla directamente a nosotros: “El ayuno que yo quiero de ti es este: Que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano.

MEDITACIÓN EN AUDIO ABAJO

¿Has ayunado así alguna vez? Porque Dios te lo dice claramente, “quiero que rompas todos los yugos”, que te intereses en el sufrimiento de tu hermano. No hay más. ¿Quieres agradar a Dios? Ama a tu hermano con hechos, no con palabras, comprometiéndote en su crecimiento, liberación y bienestar. Cuentas con su auxilio, no te eches para atrás pensando: ¿de qué servirá si todo seguirá igual? ¿a quién le importa mi desgaste, mi esfuerzo por ser humilde? ¿de qué sirve la honradez en un mundo lleno de corrupción? Mira que detrás de estas frases está el afán de protagonismo, de ser reconocido por los demás, de ser puesto en un pedestal, y ya Jesús nos decía que “mi Padre que ve lo secreto te recompensará”. A veces, por querer recompensas hoy, nos perdemos de la recompensa que realmente nos puede hacer felices y que está segura y nadie podrá arrebatarnos jamás, la de Dios.

La cuaresma es el tiempo para reconocer que a lo mejor no hemos ayunado correctamente, separando el ayuno de la caridad y la oración, consintiendo así sólo hacer obras buenas para ser vistos y reconocidos. Ser cristiano es ser como Jesús, llenos de esperanza y fidelidad porque lo eterno es invisible a los ojos.

El Evangelio de hoy de Mateo, nos dice que los amigos del esposo no llevan luto mientras él esté con ellos, pero que vendrán días en que les será quitado y entonces sí ayunarán. ¿Qué significa? ¿Significa acaso que como Jesús está siempre presente resucitado entre nosotros no tiene sentido ya el ayuno? Me parece que no. Más bien que el sentido profundo del ayuno ha cambiado, no ayunamos para obtener gracias a nuestro esfuerzo que Dios nos ame, sino que, ya que hemos conocido que Jesús nos ama y nos ha amado tanto de dar la vida por nosotros y resucitar para estar siempre a nuestro lado, hoy que no lo vemos con los ojos del cuerpo, ayunamos precisamente porque nos ha amado y, como decía san Francisco, nos dolemos porque “el Amor no es amado”, muchas veces tampoco por nosotros.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Entre la espada y la pared... - Evangelio del 15/02/18 - Día a Día


La primera lectura de este día, del libro del Deuteronomio, nos plantea una decisión fundamental: pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición, el bien y el mal… ¡Pareciera que Dios nos pone entre la espada y la pared! Tienes dos opciones: o eliges amarme y obedecerme, ¡o mueres! No pues así por las buenas…. 
Es claro que el sentido de estas palabras no es este que acabo de decir. Aunque muchas veces nosotros lo lleguemos a creer, por ejemplo, cuando decimos: “si no te portas bien Dios te va a castigar” o también “Dios me mandó esta enfermedad, esta desgracia, porque lo desobedecí” y otros semejantes. ¿No reflejan estas frases que creemos en un Dios que si no lo amo me castigará, si no le doy lo que me exige me maldecirá? Y, si este fuese el verdadero rostro de dios, sería lógico enojarnos por su prepotencia, sería también lógico buscar cumplir sus mandamientos sólo en lo más mínimo e indispensable, es más, buscando siempre la oportunidad de no cumplirlos, sería lógico huir de él y darle lo mínimo indispensable para tener apagada su ira.

REFLEXIÓN EN AUDIO ABAJO

Antes que nada, me parece que esta frase es una gran revelación: “si eliges el camino donde Dios está, encontrarás bendición, alegría, misericordia, vida; en cambio, si eliges un camino donde no está Dios, sólo vas a encontrar un camino sin amor, y donde no hay amor, no hay vida humana, no hay alegría, no hay consuelo, todo se vuelve maldición.” No es Dios a mandarnos la maldición, es que un camino que no nos lleve a Él, necesariamente nos va a alejar de Él, y si Él es la luz, un camino sin Él será un camino sin Luz.

Dios es paternal, mas no paternalista, y por ello busca hacernos entender que, si hoy mi vida es triste y desesperada, no es porque Él me haya maldecido, porque se esté vengando de mis pecados, o porque se haya olvidado de mí, sino porque yo elegí un camino distinto al suyo, preferí otras cosas que a Él. La cuaresma nos debe ayudar mucho en esto, en descubrir con sinceridad mis elecciones, mi responsabilidad y mi pecado.

Cuando se enciende una luz, esta ilumina las tinieblas y hace relucir lo que antes no se veía; es decir, si quieres que Dios encienda su luz en tu vida, si quieres que comience a iluminar tus pasos, prepárate porque va a iluminar tus pecados, tus rincones más oscuros, tus secretos más tenebrosos… ¿y para qué? ¿para echárnoslos en cara? ¿para decirnos “te lo dije”? ¡NO! Para poder sanarnos de todo ello. Todo lo que ponemos en sus manos se baña con la Sangre de Cristo, y todo lo que la Sangre de Cristo toca se renueva, vuelve a la vida. Si tu vida tiene grandes pecados, no temas confesarlos a Dios, no busques esconderlos. Nada se oculta ante la mirada de Dios. Pero esa mirada no es aplastante, Dios no busca la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. ¿Quién te hizo creer que la mirada de Dios es aplastante y es mejor esquivarla? ¿Quién te hizo creer que hay que cuidarse de Dios? ¿Quién te convenció que Dios está envidioso de ti y busca venganza? 

Ya no escuches ni te dejes convencer por eso de que el camino del bien es aburrido y triste, y el del mal es muy divertido y alegre, no hagas burla de lo bueno y lo malo. Más bien, escucha lo que te dice Jesús hoy en el Evangelio y pídele que te ayude a comprender sus palabras y esa pregunta que nos dirige hoy a ti y a mí: ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?

martes, 13 de febrero de 2018

Todavía es tiempo... - Evangelio del 14 02 2018 - Miércoles de ceniza

¡Todavía es tiempo! ¡Vuélvanse a mí!

Es el grito misericordioso que Dios dirige a cada uno de nosotros. 

Una cuaresma más que Dios nos regala, un tiempo en el cual, si ponemos un poquito de atención, nos daremos cuenta que es Él quien nos sale al encuentro, es Él quien nos busca. Nos dice la primera lectura que Dios es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia. Y nosotros que creíamos que Dios estaba enojado por nuestro pecado.


REFLEXIÓN EN AUDIO ABAJO

Es una enorme gracia para todos nosotros, su Iglesia, contar con este tiempo. En él, Dios endereza nuestros caminos para que no nos perdamos y nos alejemos de la vida verdadera. Es que es tan fácil poner cualquier cosa en nuestra vida en el lugar que sólo le corresponde a Él. En la Biblia desde siempre, el pecado de idolatría ha sido denunciado repetidamente mostrándonos su peligrosidad. A lo mejor nosotros no tenemos por Dios algún ser mitológico en nuestra vida, pero… ¿qué tal el egoísmo? ¿no será que nosotros mismos somos nuestro propio Dios? Es posible. A veces ponemos en el lugar de Dios el propio yo, o el de otra persona, cuando nos obsesionamos con el cariño de alguien. A veces sí es el dinero nuestro Dios, a veces la moda, la eterna juventud, las redes sociales, los like’s, el trabajo, la sexualidad, la fama, el poder, o alguna otra cosa. A veces podemos ser muy cumplidores de la ley, pero tener algún ídolo por ahí al mismo tiempo.

Un tip que nos puede ayudar a entrar en clima de reflexión, es darme cuenta si estoy al servicio de los que me rodean, los conozca o no, me sean agradables o no. Si en su propia vida, uno está sirviendo a los demás, es un buen signo de que Dios es nuestro Dios y nadie más. Si te molesta obedecer cuando te piden ayuda, si no quieres ni siquiera mirar la necesidad del otro, si nunca tienes tiempo para una buena plática con alguien más y sólo te preocupas de responder mensajes en la red, si hace tiempo que no das una ayuda a nadie o no te comprometes en ayudar a salir adelante a alguien que se ha perdido, si no eres próximo a ninguno de los que caminan contigo en esta vida, a lo mejor sea un signo de que tú mismo eres tu único Dios o alguna otra cosa, porque sólo ves por ti mismo, porque sólo te ocupas de ti y tus solos intereses, porque sólo buscas consuelo para ti, sólo pides por ti y por tu vida.

El Evangelio de este miércoles de ceniza nos da pautas para vivir un verdadero arrepentimiento: tener caridad (es decir la limosna), orar y ayunar. Pero hacerlo de la manera que agrada a Dios: con alegría, pues sólo así Dios, que ve lo secreto, te recompensará. Ayer leía una publicación de una amiga, donde decía que el arrepiento no es cuando usted llora, arrepentimiento es cuando usted cambia. Y cuánta razón hay en eso. Arrepintámonos de haber cambiado a Dios volviéndolo a poner al centro de nuestras vidas, con alegría, porque hoy todavía es tiempo de volvernos a Él, pues Él nos amó primero. 


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Canto: "Agua de Vida" - de Andrés Degollado - Canta fray alex

Agua de Vida. Descarga este y otros de mis cantos aquí: https://frayalexblog.blogspot.com/p/mp3.html   Agua de Vida M. y L. Andrés Degollado...