jueves, 15 de febrero de 2018

Nada está perdido - Evangelio del 17/02/2018 - Lc. 5, 27-32


No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Es este el Evangelio de hoy, que nos recuerda que Jesús ha venido a salvar y a liberar. A veces nos vemos en la tentación de creer que no hay problema si peco, pues basta ir a confesarse para ser perdonado, incluso que la mejor manera de vencer la tentación es cediendo a ella. Nada más falso que esto. Recuerda que el maligno nos dice verdades a medias, como nos cuenta el libro del Génesis. La falsa confianza en el perdón de Dios para justificar mi decisión de pecar nos destruye lentamente y nos enfría poco a poco en la fe, además de banalizar la confesión sacramental convirtiéndola en una especie de lavadora del alma. ¿Qué esclavo ruega por ser liberado y una vez libre escoge de nuevo ponerse las cadenas? Cristo nos ha liberado para permanecer libres. Y una vez que hemos sido salvados por su gracia entramos en un camino de conversión permanente, hasta el último aliento de vida en esta tierra. San Francisco, al ver que muchos comenzaban a tenerlo por santo, dijo a sus frailes en los últimos momentos de su vida terrena: “todavía puedo tener hijos con una prostituta”, queriendo así enseñarles que la perseverancia en el camino de Dios nunca termina. Es más, se tenía a sí mismo por el más pecador de todos. Él mismo decía que Dios lo había escogido entre tantos por no haber encontrado otro más pecador que él. ¡Eso es conocerse verdaderamente a sí mismo! ¡Eso es conocer y creer verdaderamente a Dios!

REFLEXIÓN EN AUDIO ABAJO

Saberse rescatado por Dios, sólo por gracia, es algo que cambia la vida, la manera de pensar y de vivir. Con su nacimiento como un bebé en esta tierra, Jesús comenzó a salvarnos, a mostrarnos que Dios no está enojado, está buscándonos incansablemente para salvarnos, pues no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva plenamente. Esperábamos un Dios que destruyese el mal en la tierra destruyendo a los pecadores, pero Él en su sabiduría infinita más bien desea salvar a todos, porque todo lo ha hecho bien, porque en cada ser humano que hoy obra el pecado hay una obra inacabada de sus manos, porque Él sabe que su Palabra de verdad, su Espíritu Santo, es capaz de renovar todas las cosas. Sí, para Dios ¡nada está perdido! ¡Todo tiene solución! ¡El poder de su amor que perdona es capaz de cambiar el corazón más endurecido como roca en un corazón de carne que ame, que sea feliz.

Leví, El recaudador de impuestos, es un ejemplo claro de ello, apenas sintió que quitaban de encima de él el yugo del pecado, libremente corrió hacia Jesús y no lo abandonó nunca más, tanto que, convirtiéndose en Mateo, llegó a ser un precioso instrumento de salvación para muchos al escribir el Evangelio. ¿Quién lo hubiera dicho? Un pecador siendo instrumento de salvación. Jesús no se detuvo en su condición de pecador en la que se encontraba al toparse con él, miró lo que su Santo Espíritu podía llegar a hacer de él, se lo ofreció, él lo tomó, y su vida toda cambió. ¿Qué puede hacer Él hoy por ti? ¿Qué podrá hacer su gracia por este mundo tan corrompido, por esas malas personas que no lo han conocido aún? Todo, puede hacerlo todo.

¿Cómo juzgas hoy tú la realidad de este mundo, a esa persona que roba, mata, defrauda, engaña, ofende? ¿como causa perdida? ¿como irremediable? ¿cómo juzgas tu mismo pasado, perdido? Para Dios no hay imposibles, recuerda, Él hace nuevas todas las cosas.


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