domingo, 25 de febrero de 2018

Sean misericordiosos y compasivos - Evangelio del 26/02/2018 - Lunes II de Cuaresma - Lc. 6, 36-38




Queridos hermanos, unas lecturas muy lindas también para hoy nos regala la liturgia de este día de cuaresma.

En la primera lectura, tomada del profeta Daniel, escuchamos la confesión humilde y verdadera del mismo profeta: Tú has sido fiel a la alianza, nosotros no, nosotros hemos sido malos, no te hemos escuchado, ni a ti, ni a tus enviados. Siendo él un profeta enviado, reconoce el pecado del pueblo y el propio.  ¡Eso es vivir en la verdad! El profeta no presume de ser profeta, no se siente ya salvado por la misión que ha recibido. Sabe bien que la Palabra que recibe de Dios, en primer lugar, es para él mismo. Aprendamos de este profeta, no se le sube a la cabeza el estatus de profeta, sino que sabe que su misión es encarnar el mensaje y para ello debe confrontar su propia vida con lo que Dios le manda decir. El profeta se vuelve no un simple transmisor, sino un testigo de la misericordia y la compasión de Dios.
También el Evangelio hay que leerlo con esta clave de lectura. Dice Jesús: “Sean misericordiosos, no juzguen, no condenen, perdonen, pidan a Dios”.  Esta Palabra no sólo nos manda predicar la misericordia y el perdón a los demás, sino ser testigos de la misericordia y del perdón estando conscientes que eso es lo que nosotros recibimos de Dios en primer lugar, sin mérito alguno, sólo por gracia. Ojalá y en la Iglesia de Dios seamos así, testigos y anunciadores de lo que hemos visto y tocado con nuestras propias manos.
En esta semana de cuaresma que estamos comenzando, estas lecturas nos pueden indicar cómo vivirla: reconociendo si hay alguien en nuestras vidas que se ha quedado sin misericordia y perdón de parte nuestra, si hay alguno a quién hemos juzgado y condenado apartándolo de nuestras vidas, si hemos difamado a alguien hablando mal de él. En el catecismo nos han enseñado que los pecados de omisión no son graves, que sólo los mortales hay que confesar ante el sacerdote que nos da el perdón de Dios. Pero, ¿no será que gracias a nuestro escrúpulo de no tener mancha en nuestro vestido blanco de bautizados hemos dejado de lado el mandato, el imperativo que hoy nos recuerda Jesús? Si no nos habíamos dado cuenta, desobedecer no es sólo hacer lo contrario a lo que se me indica, sino también no hacerlo. Ya nos dice la Palabra que la caridad y la misericordia borran multitud de pecados. Como seres humanos, siempre tendremos pecados, chicos o grandes pero, la compasión y la caridad de Dios encarnadas en nosotros bautizados, en nuestro corazón, en nuestras manos y en nuestras palabras, y con la ayuda de su gracia que nos renuevan constantemente, veremos su obra de salvación cumplirse en nosotros. 

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