viernes, 16 de febrero de 2018

TentaciónES... - Evangelio del 18/02/2018 - Domingo I de Cuaresma - -Mc1, 12-15




 Las tentaciones. En unos pocos versículos, el evangelista Marcos nos narra cómo Jesús fue tentado en todo como nosotros.
La celebración de este domingo nos pone en el inicio del camino de la cuaresma, poniendo ante nuestros ojos la meta, que es vivir como ciudadanos del reino, en alianza con Dios, y poniéndonos delante el camino que es igual para todos: la conversión, la perseverancia ante el mal y las tentaciones.
La cuaresma sabemos bien que es un periodo de cuarenta días, número que tiene un gran simbolismo en la Biblia, y el primero que salta a los ojos es el tiempo del desierto por el que tuvo que pasar el pueblo de Dios para poder salir de la esclavitud hacia la libertad. No bastaba sacarlos de Egipto, de una tierra física, sino ponerlos en una nueva condición, la condición de hombres libres, haciéndoles recordar a través de la purificación, que sólo viviendo confiados a Dios y a sus mandamientos, el hombre es verdaderamente libre.
Nuestra meta en este tiempo de cuaresma es la libertad. Pero ¿qué es? Ante todo, Jesús nos dice que sólo quien vive en la libertad de hijo de Dios puede resistir la esclavitud. Hay que aprender a reconocer que el pecado es esclavitud, y no libertad. Estamos tan acostumbrados a creer que, si hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero, si obtengo lo que se me antoje, si no obedezco ni respeto a nadie, entonces soy libre. ¡No! Jesús nos enseña que verdaderamente libre es quien se decide a ser fiel a Dios, reconociendo que sus mandamientos son libertad, que son buenos para mí, que me traen felicidad. Esto es algo de lo que a menudo el mundo de hoy no quiere ni siquiera escuchar hablar.
  Para reconocer que los mandamientos de Dios son buenos, debemos llegar a conocer al dador de la ley, Aquel que nos ha creado. Por eso, este tiempo de cuaresma es un tiempo donde Dios quiere hablarnos en medio de tanto ruido, y decirnos quién es Él en verdad, dejando la imagen errónea que tenemos de Él. El primer paso es reconocer que yo no conozco a Dios, y que por eso consecuentemente huyo de Él, no le obedezco. Me podré decir cristiano, portar una cruz en el cuello, formar parte de un grupo parroquial, etc., pero si no lo obedezco, no lo amo, no creo que sus mandatos sean buenos. Dice Jesús: quien me ama, cumple mis mandatos. El tiempo de cuaresma es un tiempo de desierto, desierto donde no hay nada, desierto donde estamos llamados a entrar, como Jesús, para aprender a reconocer sin ningún influjo exterior cuál es la tentación y cuál es la vida feliz. En este mundo tantas voces nos dicen que ciertos comportamientos son buenos, que no tiene nada de malo comportarse así porque todos lo hacen, porque en este mundo las cosas son así. El desierto nos ayuda a callar esas voces y ponernos desnudos, sin obstáculos, en interlocución con Dios. Es un tiempo que, si lo aprovechamos, lograremos mirar cara a cara la tentación, nuestro pecado, y a la vez la libertad que Dios nos ofrece, su misericordia.
En tu vida de cada día, ¿estás dispuesto a proponerte un tiempo de silencio diario para que esta cuaresma marque tu vida? ¿estás dispuesto a vivir los medios que siempre se nos ofrecen (el ayuno, la caridad/limosna y la oración) para aprovecharla? ¿o será una cuaresma más, que celebramos porque hay que celebrarla?
El Evangelio nos cuenta que Jesús fue tentado. Esta es una afirmación profunda de su humanidad, en todo como la nuestra. No significa que Jesús haya sido tentado solamente en estos 40 días de su vida, significa que cada minuto de su existencia, como nosotros, fue tentado a abandonar el camino de Dios Padre, a cambiarlo por un camino de éxito, sin sufrimientos, de poderío y dominación. Significa que él, como verdadero hombre, pasó por lo mismo que tú pasas hoy, pero salió vencedor de las tentaciones en toda su vida porque confiaba en su Padre, nuestro Padre. No usó en esta tierra ninguna magia para no caer en pecado, qué fácil hubiera sido. Si no pecó, si no cedió a la tentación, fue porque el Espíritu de Dios lo llenaba, igual que a ti hoy te llena como bautizado. Y no necesitamos magia o superpoderes para también ser vencedores, sólo su gracia. Jesús nos enseña en el Evangelio que unidos a Él todo lo podemos, que somos más que vencedores.
El mismo Evangelio nos dice que debemos convertirnos para poder pertenecer al Reino de Dios. No se trata de una conversión de un solo momento, sino de volverme a decidir por Dios hoy, decidirme por comenzar y perseverar hasta el final en una vida nueva, confiando en Dios, en su Palabra y su presencia.
La conversión es un cambio de mentalidad profundo. Dice el Evangelio que Satanás lo tentaba. En la Biblia, Satanás no es un ser rojo con cuernos y cola. Satanás es todo aquello que busca separarnos de Dios con engaños. Hay muchos “Satanás” en nuestra vida, incluso nosotros mismos podemos llegar a ser “satanás” para otros, cuando los apartamos del camino de Dios, o cuando obstaculizamos su entrega, o cuando somos de escándalo a los más pequeños. ¿Cuáles “satanás”, tentaciones, identificas hoy en tu vida? ¿a cuántos les has hecho caso? A veces, la televisión, los amigos del trabajo, los medios de comunicación, nos invitan a apartarnos de Dios cuando promueven todo lo que es contrario a su voluntad: homosexualidad, robo, injusticias, discriminación, exclusión, desigualdades, desobediencias, ateísmo, idolatría, magia, egoísmo, hedonismo, acumulación de bienes, y un largo etc. Pareciera que hoy, a nombre de la tolerancia, el cristiano esté llamado a adecuarse a la mentalidad de este mundo, aceptar cualquier pecado de los hombres y mujeres de hoy para evitar discriminar a nadie. Pero no es así. El cristiano es uno que ha aprendido que el pecado destruye a los hombres, y por el bien de cada uno, no puede callar ante su esclavitud, denunciándolo para ofrecer en nombre de Dios la vida nueva que nos regala y ayudando a todos a desenmascarar la tentación cotidiana que busca apartarnos del camino del bien y deformar el verdadero rostro misericordioso de Dios.


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