Jonás es uno de los profetas del Antiguo Testamento, llamado por Dios a predicar la conversión a un pueblo que no era el suyo. Después de resistirse, el profeta obedece al mandato de Dios, predica la conversión y el pueblo acoge sus palabras, dando verdaderos signos de conversión y agradando a Dios con su arrepentimiento. Hoy, la primera lectura está tomada de su libro, y en el Evangelio Jesús hace alusión a él.
Lo que hay que remarcar es que, Nínive aún no conociendo al Dios de Israel, hace caso a las palabras de Jonás. Es capaz de reconocer en Jonás a un enviado y hacerle caso. No vieron ni escucharon otra cosa que a un hombre con un mensaje como señal de conversión.
Dios ha elegido esta manera de obrar entre los hombres, la manera humana. A veces llegamos a creer que si me va bien en la vida, si tengo buena suerte, entonces quiere decir que Dios está conmigo, que es una buena señal de su presencia. De hecho en el Antiguo Testamento era así: Dios bendice o Dios maldice, identificando el bienestar con la bendición y la desgracia o enfermedad con la maldición o abandono de Dios. Pero de esta manera, la conclusión era: los enfermos, los leprosos, son resultado de la maldición de Dios, y hay que apartarlos. Por esta misma manera de pensar, las personas del tiempo de Jesús se resistían a creer en Él como el enviado de Dios, como el bendecido por Dios, el Ungido, pues uno que goza de la protección y bendición de Dios, no puede morir en una cruz como un malhechor. ¡Escándalo!
Jesús rompe con esta mentalidad de división. Dios bendice… y punto. Con su resurrección, Jesús nos ha mostrado que en el momento de la cruz, en el momento de la prueba más fuerte, del drama más grande de su vida, Dios Padre estaba con Él, sufría con Él. Si tú estás pasando hoy por un mal momento, recuerda a Jesús crucificado, tan cercano al Padre en esos momentos como en el Tabor, o en la última cena, o mientras obraba milagros. Parecía abandonado de Dios, pero más bien estaba viviendo la fidelidad más profunda en medio del dolor. Dios no nos manda el dolor como una tentación, a ver qué tanto me ama; Dios permite las pruebas y nos sostiene en las tentaciones. Dios tiene un plan para cada uno, y, sea cual sea, Dios te va a preparar para la batalla, te va a fortalecer, te va a foguear. Y tú ¿qué señal estás esperando que pase para creer que Dios está contigo en medio de la prueba? ¿vas a creer si ésta desaparece? ¿vas a creer si ves a un ángel con alas? ¿No será acaso la señal que esperas ésta Palabra que hoy escuchas: Yo Soy más que Jonás, Yo Soy más que Salomón?
A veces decimos que si se nos aparece Dios entonces sí vamos a creer, que si resucitase un muerto entonces sí que nos vamos a convertir. Ya alguien más dijo eso en el Evangelio.
En este día del tiempo de Cuaresma, enciérrate en tu cuarto, haz silencio, ora a tu Padre que está en lo secreto y pídele lo que Él te quiera dar, lo que Él sabe que te hace falta para salir vencedor de esta prueba, dile que Tú crees en Él, que estás seguro que no te ha abandonado, que estás dispuesto hoy en este momento a cumplir su voluntad, que no tienes miedo porque sabes que Él está contigo, que vas a perseverar contra viento y marea con tal de serle fiel porque confías en Él. Hazlo y entrarás en el misterio de Dios, y una vez dentro, iluminado por la fe, verás.
Lo que hay que remarcar es que, Nínive aún no conociendo al Dios de Israel, hace caso a las palabras de Jonás. Es capaz de reconocer en Jonás a un enviado y hacerle caso. No vieron ni escucharon otra cosa que a un hombre con un mensaje como señal de conversión.
Dios ha elegido esta manera de obrar entre los hombres, la manera humana. A veces llegamos a creer que si me va bien en la vida, si tengo buena suerte, entonces quiere decir que Dios está conmigo, que es una buena señal de su presencia. De hecho en el Antiguo Testamento era así: Dios bendice o Dios maldice, identificando el bienestar con la bendición y la desgracia o enfermedad con la maldición o abandono de Dios. Pero de esta manera, la conclusión era: los enfermos, los leprosos, son resultado de la maldición de Dios, y hay que apartarlos. Por esta misma manera de pensar, las personas del tiempo de Jesús se resistían a creer en Él como el enviado de Dios, como el bendecido por Dios, el Ungido, pues uno que goza de la protección y bendición de Dios, no puede morir en una cruz como un malhechor. ¡Escándalo!
Jesús rompe con esta mentalidad de división. Dios bendice… y punto. Con su resurrección, Jesús nos ha mostrado que en el momento de la cruz, en el momento de la prueba más fuerte, del drama más grande de su vida, Dios Padre estaba con Él, sufría con Él. Si tú estás pasando hoy por un mal momento, recuerda a Jesús crucificado, tan cercano al Padre en esos momentos como en el Tabor, o en la última cena, o mientras obraba milagros. Parecía abandonado de Dios, pero más bien estaba viviendo la fidelidad más profunda en medio del dolor. Dios no nos manda el dolor como una tentación, a ver qué tanto me ama; Dios permite las pruebas y nos sostiene en las tentaciones. Dios tiene un plan para cada uno, y, sea cual sea, Dios te va a preparar para la batalla, te va a fortalecer, te va a foguear. Y tú ¿qué señal estás esperando que pase para creer que Dios está contigo en medio de la prueba? ¿vas a creer si ésta desaparece? ¿vas a creer si ves a un ángel con alas? ¿No será acaso la señal que esperas ésta Palabra que hoy escuchas: Yo Soy más que Jonás, Yo Soy más que Salomón?
A veces decimos que si se nos aparece Dios entonces sí vamos a creer, que si resucitase un muerto entonces sí que nos vamos a convertir. Ya alguien más dijo eso en el Evangelio.
En este día del tiempo de Cuaresma, enciérrate en tu cuarto, haz silencio, ora a tu Padre que está en lo secreto y pídele lo que Él te quiera dar, lo que Él sabe que te hace falta para salir vencedor de esta prueba, dile que Tú crees en Él, que estás seguro que no te ha abandonado, que estás dispuesto hoy en este momento a cumplir su voluntad, que no tienes miedo porque sabes que Él está contigo, que vas a perseverar contra viento y marea con tal de serle fiel porque confías en Él. Hazlo y entrarás en el misterio de Dios, y una vez dentro, iluminado por la fe, verás.