Las lecturas en este día nos presentan el aspecto difícil de la decisión de hacer caso a la voz de Dios en nuestra vida y vivir fieles a su voluntad: el rechazo, la persecución y la propia muerte.
En la primera lectura escuchamos los planes contra Jeremías por parte de los adversarios de Dios, y lo que hace el profeta es recurrir a Aquel que lo ha enviado. Habla con Dios y le pide auxilio, le pide que haga algo, pues él solamente está cumpliendo lo que Él mismo, Dios, le ha mandado. Esta historia se repetirá con cada enviado de Dios en la historia de la salvación, pues todos lo hemos rechazado en nuestras vidas. La primera victoria de Dios en nuestra vida ha sido nuestra conversión, pasar de no querer saber nada de Él a tener hambre de sus Palabras y de su presencia y querer hacerlo el centro de nuestras vidas. Es una historia de búsqueda por parte suya y de lucha contra nosotros mismos por nuestra parte. ¿A quién no le ha pasado que, aún sabiendo que Dios y sus mandatos son buenos para nuestras vidas, no poder o no querer hacer su voluntad? Es como si nuestra razón nos dirigiera hacia Él y nuestro corazón buscara ir en otra dirección. Por ello, más difícil que convencer a nuestra razón es guiar nuestro corazón. Las razones para rendirnos ante Dios y dejarlo entrar en nuestras vidas son muchas, y todos podemos entenderlas. Por eso, la sanación de nuestro corazón es una parte muy importante en nuestra vida de discípulos; sólo si experimentamos el amor de Dios, su misericordia y su perdón sanador, nuestro corazón comenzará a buscarlo. ¿Cómo anunciamos nosotros la conversión a nuestros semejantes? ¿Sólo con razones? ¿Condenándolos, infundiéndoles terror por sus pecados? A veces gastamos muchas energías, fuerzas y tiempo tratando de encontrar la prueba lógica incontestable de la existencia de Dios, o el texto irrefutable de la Biblia con el cual callar a todo aquel que nos diga lo contrario a nuestra fe, o rezando para que ocurra un milagro y muchos se conviertan ante la evidencia de la obra de Dios. Para mí, eso es tiempo perdido si no nos interesamos en el corazón de los demás, en su historia, en sus dolores y sufrimientos, en lo que los aflige, en lo que los hace o los ha hecho sufrir por mucho tiempo. Para algunos, la idea de un Dios amor es inaceptable, porque el primer razonamiento que se hace es “si Dios fuera amor por qué ha permitido este evento doloroso en mi vida”, luego, entonces, Dios no puede ser amor. Lo mismo sucede cuando sólo damos razones para tratar de explicar que Dios es Padre, que en Dios hay Paz, que Dios es humildad, que Dios es esto o lo otro… Pero yo te pido, ponte a reflexionar cómo es que tú has llegado a aceptar a Dios en tu vida. Te cuento rápidamente mi experiencia. Desde siempre yo he sido católico, he ido a Misa, frecuentaba la confesión, rezaba, etc. Pero no fue hasta que sentí que Dios me amaba, que comencé a buscarlo.
En el Evangelio de hoy, Jesús sabe que yendo a Jerusalén va a morir. Cualquier persona cuerda hubiera evitado ir hacia el peligro, pero Jesús hace lo opuesto, va a Jerusalén. ¿Qué es lo que lo mueve a tomar esa decisión? Es precisamente que ama a su Padre del cielo y ama a los hombres, con todo su ser. Porque se sabe Hijo muy amado del Padre, lo obedece, no duda, permanece fiel. El amor es la fuerza más intensa que nos hace soportarlo todo, y también la que nos da las alegrías más verdaderas. Hoy, simplemente te invito a que tomes el texto de las lecturas de este día, las leas al menos dos veces, hagas silencio e imagines a Jesús decidido a perseverar hasta el fin, aunque sus discípulos no lo comprendan. Él tiene claro el camino: amar hasta el fondo, hasta dar la propia vida. Jesús se sabe profundamente amado. Tú también lo eres. Él ha dado su vida por ti, para que lo sepas y no dudes, y comiences a ser fiel, como Él. Reflexiona cómo tú has llegado a conocer, experimentar y sentir el amor de Dios en tu vida. Eso, lo que sabes que Dios ha hecho por ti, de lo que has sido testigo, eso es lo que Dios te llama a anunciar. Todos aquellos hombres y mujeres que han llegado a la santidad es porque el amor los ha convencido, les ha iluminado sus vidas y les ha seducido el corazón y el cuerpo. Hoy, el Espíritu de Dios puede cambiar la vida de tantos que lo rechazan, si tú y yo hablamos de Él, de nuestra historia sanada, de nuestras luchas y de su obra en favor nuestro.
En el Evangelio de hoy, Jesús sabe que yendo a Jerusalén va a morir. Cualquier persona cuerda hubiera evitado ir hacia el peligro, pero Jesús hace lo opuesto, va a Jerusalén. ¿Qué es lo que lo mueve a tomar esa decisión? Es precisamente que ama a su Padre del cielo y ama a los hombres, con todo su ser. Porque se sabe Hijo muy amado del Padre, lo obedece, no duda, permanece fiel. El amor es la fuerza más intensa que nos hace soportarlo todo, y también la que nos da las alegrías más verdaderas. Hoy, simplemente te invito a que tomes el texto de las lecturas de este día, las leas al menos dos veces, hagas silencio e imagines a Jesús decidido a perseverar hasta el fin, aunque sus discípulos no lo comprendan. Él tiene claro el camino: amar hasta el fondo, hasta dar la propia vida. Jesús se sabe profundamente amado. Tú también lo eres. Él ha dado su vida por ti, para que lo sepas y no dudes, y comiences a ser fiel, como Él. Reflexiona cómo tú has llegado a conocer, experimentar y sentir el amor de Dios en tu vida. Eso, lo que sabes que Dios ha hecho por ti, de lo que has sido testigo, eso es lo que Dios te llama a anunciar. Todos aquellos hombres y mujeres que han llegado a la santidad es porque el amor los ha convencido, les ha iluminado sus vidas y les ha seducido el corazón y el cuerpo. Hoy, el Espíritu de Dios puede cambiar la vida de tantos que lo rechazan, si tú y yo hablamos de Él, de nuestra historia sanada, de nuestras luchas y de su obra en favor nuestro.