jueves, 21 de junio de 2018

Vocación - Evangelio del 24/06/2018 - Nacimiento de san Juan Bautista - Lc 1, 57-66.80





Excelente Domingo tengan todos ustedes, hoy celebramos la solemnidad del Nacimiento de Juan Bautista. Escuchemos lo que Dios quiere comunicarnos hoy.
El Evangelio de san Lucas nos narra hoy el momento del alumbramiento de Juan, el rito de la circuncisión de éste y la imposición de su nombre, además de adelantarnos un poco sobre la extraña y particular vocación que Dios le confiere.
Muchas veces no nos detenemos en considerar la respuesta que Juan dio a esta vocación, simplemente conocemos que él hacía esto, vivía en un modo extraño, vestía, comía y hablaba de un modo distinto. Imaginemos un poco cómo Juan da respuesta a su vocación.
Ante todo, seguramente sus padres le habrían contado lo sucedido al momento de su concepción y su nacimiento, las particulares condiciones en que sucedió su venida al mundo, y que llevaba consigo un nombre que Dios mismo le había dado: Juan, que significa “Dios usa misericordia”, o “Dios muestra su benevolencia, su gracia”. El nombre de su padre contrasta con el suyo, pues Zacarías significa “Dios recuerda” sus promesas, su misericordia, en cambio, el nombre de Juan enfatiza que Dios no sólo recuerda sus promesas o su misericordia, sino que las cumple, las realiza. Y la persona de Juan manifiesta y atestigua que la Luz ha venido en el mundo y ya está aquí. Un verdadero profeta que habla de parte de Dios, que prepara a los hombres a la apertura y acogida del Sol que no conoce el ocaso.
A través de la fe de sus padres, Juan recibirá a lo largo de su vida la certeza de su vocación. Él sabe para qué ha venido al mundo, tiene claridad respecto a su misión. ¡Qué hermoso es cuando uno tiene claridad, cuando uno ha hallado respuestas a las preguntas importantes que surgen en nuestro interior! Esas que dan sentido profundo a la existencia, tales como: de dónde vengo, a dónde voy, para qué estoy aquí.
No obstante esta claridad, cada ser humano, y también Juan, debe dar una respuesta personal a la propia vocación. Juan decidió seguir ese plan de Dios sobre él, creyó a las enseñanzas de sus padres, descubrió la voluntad de Dios en su vida, y la abrazó. 

Los hechos extraordinarios ocurridos en su nacimiento, profetizan ya la grandeza no sólo de Juan y la importancia de su nacimiento, sino la grandeza e importancia de Aquel que ha nacido y a quien deberá anunciar con su vida y sus palabras, de Aquel ante quien él debe disminuir para que crezca. Para discernir la propia vocación, el propio llamado, se nos dice que Juan vivió en regiones desiertas hasta el día de su manifestación en Israel. El desierto es ese lugar que porta en sí una diversidad de significados. En el desierto el pueblo de Israel ha escuchado la voz de su Dios en muchas ocasiones; en el desierto ha vivido períodos intensos y fundantes de elección y purificación; en el desierto ha descubierto la presencia, providencia y la mano protectora de su Dios. Es el desierto un lugar silencioso, el cual Dios ha escogido y privilegiado para, en medio de él, hablar al corazón del hombre. Por lo tanto, es fundamental que también nosotros como cristianos, testigos y anunciadores de Jesucristo, recurramos al silencio del desierto para aprender a distinguir en medio de un mundo lleno de ruido, la voz inconfundible de Dios. Dicen algunos que el maligno odia el desierto, es su enemigo, y que en cambio es amante del ruido, de la confusión. Si el hombre no logra distinguir la voz de su Rey y Pastor por no procurarse momentos de desierto, el ruido lo mantendrá en la oscuridad, los instintos serán la guía de sus decisiones, y las inclinaciones al pecado serán el timón de su vida. Él maligno habrá vencido.
¿En medio de cuáles ruidos estás viviendo tu vida? ¿Cuáles son esas voces que te gritan: éste es el camino de tu felicidad? En estos días contamos con voces ruidosas tales como: el aborto es una victoria, es progreso; el éxito de tu vida depende de cuánto puedas poseer; tu opinión es lo único que cuenta y nadie la puede tocar; tu imagen superficial es lo más importante; busca agradar a todos, busca el “like” de todos y serás feliz; humilla para que estés en la cima; la religión es un retroceso al oscurantismo; los males son producto del dios que juega con la humanidad, etc. Y al final, estas voces nos convencen a vivir una vida centrada en uno mismo de manera egoísta, nos llevan a seguir caminos sin dirección alguna, hacen de nosotros veletas al viento.
Juan nos enseña a no seguir las modas, los vientos de doctrinas falsas. Nos enseña en su mensaje, en primer lugar, a ser buscadores de la verdad, a realizar un serio y verdadero discernimiento vocacional, a dar el primer lugar a Aquel que nos ha creado y a confiar en la misión que nos da, y a convertirnos para disponer todos nuestros sentidos a la escucha de la voz de Dios. ¡Esto es posible! Todos nos dicen que Dios no habla, que nunca bajará del cielo para indicarnos el camino, que se hace el sordo, que todo lo malo es su culpa porque no hace nada. La venida de Juan en el mundo nos dice con fuerza: en medio de ustedes hay uno que es el Rey, que es el Cordero enviado por Dios para salvación de todos, que necesitamos escucharlo.
El vestido austero de Juan contrasta con la búsqueda de una apariencia perfecta y superficial a la que el mundo nos invita; su alimentación insípida nos habla de eso que hemos escuchado, que no sólo de pan vive el hombre; su vida en solitario nos invita a descubrir la presencia real de Dios que llena y da sentido a todo; su lugar silencioso donde ha crecido, el desierto, nos muestra que necesitamos aprender a silenciar los ruidos exteriores para escuchar el propio espíritu y el de Dios.
Hoy es un domingo especial, celebramos la gran obra de Dios cumplida en este profeta, y nos recuerda que como cristianos también nosotros somos profecía viviente, vidas en las que el Espíritu de Dios busca morar. Juan tenía mucho que decir porque había escuchado mucho de parte de Dios, ha creído en el plan de Dios y en su misión en el mundo. Debemos preguntarnos: los profetas de hoy ¿a quién han escuchado? ¿de parte de quién vienen sus palabras? ¿hablan palabras de verdad? Y yo, ¿me estoy dejando guiar por ellos?
Cada palabra de Juan buscaba conducir a los hombres y mujeres hacia Cristo, apelando a la búsqueda seria, sincera y sin máscaras de la verdad que los seres humanos experimentamos en la vida. Tú y yo, ¿estamos buscando la verdad? ¿deseamos realmente encontrarla? Pido a Dios que en este domingo y siempre podamos vivir bien cimentados en la verdad que libera y hace felices, y que Él mismo nos ha revelado, su Hijo Jesucristo. Paz y Bien.


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