sábado, 21 de abril de 2018

El Pastor Bello – Evangelio del 22/04/2018 – IV Domingo de Pascua - Jn 10, 11-18


Una de las imágenes de Jesús más conocidas y amadas por los cristianos es la del Buen Pastor con la oveja sobre los hombros. El Evangelio usa un adjetivo distinto a “bueno” para referirse a Jesús: en realidad usa “bello”, el pastor bello. Más que de la bondad de Jesús, el evangelista Juan quiere hablarnos de la belleza de este Pastor; belleza que nosotros estamos llamados a reproducir en nuestras vidas.
 El ser humano es por naturaleza amante de la belleza, de los bellos paisajes, del verdor de los campos, de las obras de arte, etc. ¿Por qué nos atrae todo lo bello? Porque son un reflejo de la infinita belleza de Dios. Hemos sido creados para la belleza, porque fuimos creados por la belleza, que es Dios. De hecho, es un gran elogio cuando alguien nos dice: tú eres una bella persona, expresión que encierra más que sólo bondad. Ya en el Antiguo Testamento, el profeta Ezequiel hablaba de los pastores grotescos, deformes, refiriéndose a aquellos pastores que se aprovechaban de las ovejas, que no las cuidaban, no curaban sus heridas, no buscaban las extraviadas.
Así se encontraba el pueblo de Israel cuando llegó Jesús en medio de ellos, el Pastor Bello, produciendo un contraste entre los falsos pastores y el bello pastor, el verdadero, Jesús. La belleza y bondad de este Pastor hacen resaltar la deformidad de todos los otros.
Jesús dice: YO SOY el pastor bello, como diciéndoles que les está presentando el rostro de Dios, y este es el de un Pastor Bello. ¿Por qué entonces muchas personas tienen la imagen de un Dios horrible, que castiga, que se impone, que se queda lejos de los hombres y sus problemas? Jesús ha dicho todo lo contrario, que el Hijo de Dios es el Pastor bello que da la vida por sus ovejas, que las conoce y las ama incondicionalmente.
¿Qué es lo que hace bello el rostro de Jesús? En primer lugar, que pone su vida en favor de sus ovejas. El texto original no dice “dona su vida por sus ovejas”, sino “pone su vida” en favor de sus ovejas. Jesús te pone delante de tus ojos su vida para que puedas confrontarte con su belleza y la puedas reproducir en ti. Él viene a donarse, eres libre de aceptarlo o no.
En cambio, Jesús presenta los falsos pastores como asalariados, como mercenarios, a quienes no les importa nada de las ovejas ni su bienestar. La imagen del asalariado es la de uno que no se involucra con pasión en la vida de las ovejas, su interés no está puesto en ellas sino en el salario, en la paga. Lo que les suceda a las ovejas no le importa, no actúa con desinteresado e incondicional amor. Entonces, una de las características de la belleza es la gratuidad. En el Pastor bello, el amor es gratuito, desinteresado. Jesús nos propone esta clase de belleza, la gratuidad, para reproducirla en nuestras vidas. Humanamente, nosotros en lo primero que pensamos es en nuestra ganancia, en nuestro reconocimiento. En este sentido, han adquirido la belleza del Pastor todas aquellas personas que gastan su vida sirviendo en los grupos parroquiales a las personas de las que nadie se ocupa, tales como los enfermos, los niños, los que sufren, los pobres, etc.; aquellos pastores que pasan horas escondidos en el confesionario ofreciendo y donando en nombre de Dios la misericordia del perdón; aquellos laicos que se levantan temprano para acomodar las simples sillas que se van a ocupar durante la celebración; todas aquellas personas que realizan obras de caridad y servicio (papás, mamás, servidores) desde lo secreto, sin esperar una recompensa humana, sólo la felicidad de los demás; los que sirven en los voluntariados; los que procuran un caramelo o un vaso de agua o una moneda para los encarcelados; y muchos otros. Todo esto sucede realmente también hoy, en medio de una sociedad que se esfuerza por darnos su peor cara. Todos ellos están reproduciendo en sí mismos la belleza de su Pastor.
En cambio, los asalariados dañan y esquilan las ovejas. No las pueden destruir, pues estas llevan dentro la vida del Dios eterno, pero sí pueden desviarlas, apartarlas del camino. Los falsos pastores, mercenarios y asalariados, disgregan el rebaño.

El Soneto a Cristo crucificado de un autor anónimo, expresa bellamente lo que hasta aquí hemos dicho:

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

 El que en verdad ama no piensa en sí mismo, sino en la situación que está pasando la persona amada. El que ama se preocupa también de los mercenarios que están en medio de las ovejas. Y en verdad hay muchos lobos rapaces que en la actualidad roban la alegría de las ovejas. Vale la pena tratar de identificar algunos de estos peligrosos lobos o mercenarios asalariados: por ejemplo: aquellos que introducen en la sociedad el degrado moral confundiendo las conciencias, produciendo que los hombres y mujeres busquen lo que les destruye, a lo mejor por moda o por aceptación, más que aquello que los hace bellos seres humanos; aquellos que introducen falsos modelos de humanidad, de juventud, de éxito, de progreso, de vida, en realidad son falsos ídolos; aquellos que destruyen la alegría de vivir. Los pastores que Dios ha puesto como cabeza de su pueblo deben ayudar a todos a descubrir estos mercenarios, a desenmascarar los lobos vestidos de oveja; si no cumplen esta función primordial, de nada sirve su investidura; y hablamos no sólo de sacerdotes u obispos, sino de hermanos, padres de familia, jefes de trabajo, maestros, tutores, guías, políticos, etc. Como dice el Evangelio: “un ciego no puede guiar a otro ciego”, o “si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán oscura no será la misma oscuridad!”.
Cuando un joven quiere enamorar a quien ama, busca embellecerse. Jesús nos quiere enamorar, y se ha embellecido total y profundamente para que nosotros nos fijemos en Él y entremos en una relación conyugal, de amor con Él. La Biblia usa el verbo “conocer” para expresar esta relación de amor: “Yo Soy el Pastor bello porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre.” Conocer significa aquí la relación íntima de amor. Conocerse es amarse, amarse es conocer cómo está el otro, qué le gusta, cuáles son sus esperanzas, alegrías y tristezas, qué piensa, qué le daña, que le sucede, etc. Alguien que me es indiferente es alguien a quien no amo. ¿Qué personas en mi vida me son hoy indiferentes?
En los versículos anteriores del Evangelio de este domingo, Jesús dice que Él entra por la puerta del redil y saca de ahí a sus ovejas. El redil del cual saca a sus ovejas se refiere a la prisión en la cual sus ovejas vivían antes de conocerlo a Él, por causa de los mercenarios asalariados. Recordemos que Jesús denuncia la falsa religión de su tiempo y la descubre como una vil explotación: si deseas un favor de Dios, debes ofrecerle algo a cambio, ya sea una ofrenda, unos méritos, un buen comportamiento, etc. Jesús libera a sus ovejas para que aprendan a vivir en el amor gratuito de Dios y a reproducir este mismo rostro de Dios en sí mismos para con los demás. Las ovejas que no son de este redil, a las cuales Jesús también viene a liberar, parece que son aquellas que viven encerradas en otras prisiones distintas a las de la falsa religiosidad, tales como las falsas ideas de libertad, de éxito, de amor, de amistad, de progreso, de familia, de política, de sexualidad, etc. Todos necesitamos ser liberados por Cristo de una u otra manera.
Jesús nunca buscará imponerse a nadie. Él se presenta, se ofrece, pues la belleza de este Pastor atrae con sus obras y sus palabras a todos los que entran en contacto con Él. Este Pastor es el verdadero rostro del Padre, el cual es amor puro y gratuito, amor que se dona, amor que conoce. Él no es el Pastor que viene a liberar sus ovejas de un redil para meterlas en otro. Él viene para ser cabeza del rebaño, para embellecer a sus ovejas, para estar siempre con ellas y guiarlas en el camino de la vida. En este sentido, la Iglesia no es otro redil, sino el más grande, bello y verdadero espacio de libertad.

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