viernes, 2 de marzo de 2018

Sólo amor por ti - Evangelio del 03/03/2018 - Sábado II de Cuaresma - Lc 15, 1-3. 11-32


Hoy, viernes de cuaresma, el Evangelio nos narra una parábola de Lucas conocida como del Padre Bueno o del hijo pródigo. Te invito a que la busques en tu Biblia y leas todo el capítulo 15 de san Lucas.
Con sus palabras, Jesús da respuesta a todo aquel que no sepa cómo es Dios, qué piensa de él y de su vida y sus pecados, a aquel que viva atormentado en su consciencia por todo el mal cometido y nos dice: Dios es misericordia, Dios es alegría por el hijo que regresa a su casa, Dios es vida, no muerte.
La parábola está dirigida en el Evangelio a los publicanos y pecadores que se acercaban a escucharlo, a aquellos que eran apartados de Dios por su condición de pecadores. Hay que dejar en claro que Dios detesta el pecado, pero ama al pecador y busca hacer que se aleje de eso que tanto lo daña.
¿Cómo llega a ti hoy esta palabra de Jesús? ¿Hay algo que te impida según tú acercarte a Él? ¿Qué es? ¿Qué es eso que te hace sentir vergüenza ante Él, que te hace sentir incapaz de su presencia? Pues bien, la Buena noticia es que no hay pecado, no hay obra que Él no quiera perdonarte. Él está deseoso de perdonarte, espera tu regreso con ansiedad, sufre tu ausencia de su lado. Eso es lo que nos dice Jesús que hay en el corazón del Padre, lo que vamos a encontrar si levantamos hacia Él la mirada y buscamos su abrazo. No vamos a encontrar condenación, sino salvación y misericordia. Sólo gozo, sólo restauración, sólo fiesta.
Los seres humanos difícilmente olvidamos las ofensas que otros nos hacen, guardamos rencor, tenemos sed de venganza, deseamos el mal a quien nos ha dañado, buscamos responder con un mal mayor a quien nos ha hecho sufrir. Dios no tiene corazón a la manera humana. No es como nosotros. Es como nos dice Jesús.
Cuando alguno te ha hecho sufrir de alguna manera y te has vengado con creces, ¿qué has ganado? ¿cuánto te ha durado la satisfacción de hacérsela pagar? ¿te diste cuenta que te volviste exactamente igual que tu agresor? ¿cuál es tu idea de justicia: ojo por ojo, diente por diente? Nos dice hoy Jesús, la justicia de Dios dista mucho de ser como la nuestra. Si se pusiera a hacerla de justiciero, no quedaría ninguno en pie ante Él, pues todos pecamos.
La justicia de Dios, el fuerte, es sostener a los débiles, a los que no logran caminar, a los que se han perdido, a los que no tienen otra salida y esperanza, a los que imploran misericordia. Dios está deseoso de hacerte experimentar su misericordia, pues el amor gratuito, el amor puro, el suyo, es capaz de cambiarnos. No son los castigos los que nos hacen cambiar en verdad, es la experiencia de que en este mundo hay alguien a quien le importo, a quien mi vida y mi sufrimiento no le es indiferente, es encontrar a alguien por quien uno pueda decir: tú eres el sentido de mi vida, por ti merece la pena vivir, esforzarme, desgastarme y dar la vida. Por ello, los que se han encontrado con Jesucristo y su misericordia, son felices, su vida tiene sentido, pues se encontraron con Uno que ha dado su propia vida por rescatarlos, para que encontrasen la felicidad, y ahora buscan corresponder con amor a Aquel que mucho los ha amado. Y tú ¿quieres ser uno de ellos?

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