
Jesús no se da por vencido y a pesar de vivir el profundo rechazo e incomprensión por parte de los que le rodean, está decidido a vivir la prueba máxima de su identidad: ser levantado sobre la Cruz, aceptar el cáliz que debe beber, y resucitar. Está dispuesto a ofrecerse por nosotros por la eternidad. ¿Por qué lo hace? ¿Qué ve que nosotros no vemos? ¿Qué conoce que nosotros no? ¿Quién es Él?
La semana Santa está ya próxima, y Jesús nos dice que cuando lo miraremos muriendo, ofreciendo su vida por nuestra salvación, sabremos que Él Es Dios; nos dice que Él es el que salva, Él es el que perdona, Él es el que podemos reconocer como Dios cuando aceptemos su perdón. La Cruz y muerte de Jesús sigue siendo para nosotros cristianos y para el mundo el rostro de Dios, el lugar donde poder conocer la profundidad del ser de Dios, su poder, su voluntad: Él es el que desea con todas sus fuerzas salvarnos y donarnos la felicidad, el que desea librarnos de morir en nuestros pecados. No hay filosofía, razonamientos que puedan llegar a decirnos quién es Dios con toda verdad y certeza, sólo el Hijo que conoce al Padre nos lo puede decir y revelar: Dios es uno que ama hasta el extremo. ¿Qué hacemos buscando a Dios donde no está su verdad, en ideologías falsas, en supersticiones vacías, en cielos lejanos? Dios está, ES, ahí donde está el Crucificado, donde se anuncia su muerte y resurrección, donde un ser humano por fe ayuda a otro, donde un sacerdote en su nombre permanece fiel sirviendo al rebaño de Dios, donde un matrimonio cuida su amor conyugal, donde un perseguido a causa de Su nombre no desfallece y grita auxilio a la fortaleza que viene de lo alto, donde un hombre o una mujer encienden una luz de esperanza en el contexto más atroz, donde uno de nosotros dobla su rodilla pidiendo perdón y salvación al que es Clemente y compasivo, donde un niño es ayudado en su alimentación y en su educación, donde se vive la honestidad y la justicia estando dispuestos a sufrir la injuria e incomprensión, donde una madre da a luz contra toda esperanza, donde uno se decide a ya no ser como antes sino dispuesto a seguir el nuevo camino que ha visto posible. Concluye el Evangelio de hoy diciendo: “Mientras hablaba así, muchos creyeron en Él”. Paz y bien.
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