viernes, 30 de marzo de 2018

La Pascua del Señor - Evangelio del 01/04/2018 - Domingo de Resurrección - Jn 20, 1-9


Evangelio según San Juan 20, 1-9

“El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.”

Celebramos este Domingo el gran Misterio de la Resurrección del Señor, evento que da sentido y plenitud a nuestra fe en Jesucristo, Salvador y Señor. En el Evangelio de este domingo miramos una carrera para visitar el sepulcro, la mirada y el resultado de la visión del sepulcro en cada uno de los personajes del Evangelio, el proceso que cada uno vive para llegar a la fe en la Resurrección del Señor.
No sé si te diste cuenta de este detalle: si quieres ver un muerto visitas un sepulcro, si quieres ver a uno que vive lo buscas en otro lado, menos en una tumba. Justamente de esta afirmación tan lógica podemos deducir la dificultad de los discípulos en creer que Jesús ha resucitado: si se les ha dicho que vive ¿por qué inmediatamente van al sepulcro? Y obviamente, si ha resucitado, el sepulcro estará vacío. Su fe comenzará a crecer a partir de lo que no ven: no ven el cuerpo del Señor en el sepulcro, ven solamente la síndone (las sábanas) en la que había sido envuelto el Maestro exactamente como la habían dejado antes de colocar la piedra en la entrada, es decir, como si el cuerpo de Jesús se hubiera esfumado, sin la necesidad de desenvolver su cuerpo de las sábanas que lo cubrían. Simplemente salió de la síndone sin quitársela. Además, ¿quién roba un cuerpo desnudándolo? Lo más lógico sería tomar el cuerpo así como está y llevárselo. Un ladrón no lo desenvuelve y acomoda los lienzos. Pero no estamos aquí para dar pruebas o demostraciones lógicas de la Resurrección del Señor, sino para contemplar el Misterio y pedir a Dios que nos done la fe en el Señor Resucitado.
Ninguno de los evangelistas nos cuenta cómo fue la resurrección en detalle, en cambio nos cuentan que buscando al Señor entre los muertos no se le podrá encontrar, solamente buscándolo entre los vivos se podrá llegar a experimentar su fuerte y real presencia viva, capaz de dar alegría, gozo, sentido a la vida de los que quieren ser sus discípulos. Es una experiencia que se “comprueba” al dar una oportunidad a las Palabras que nos había dicho antes de su muerte en cruz, al obedecerlas y fiarse de cada una de ellas. Por eso, al obedecer sus Palabras y buscarlo en los enfermos, en los que sufren, en los perseguidos, en los oprimidos, el discípulo llegará a obtener la comprensión de las Escrituras. La Escritura es verdadera, no se equivoca, los que le dan una oportunidad y buscan vivirla, verán al Señor resucitado.
Así es la fe de los cristianos a lo largo de la historia después del evento de la Resurrección: no tenemos respuestas o silogismos capaces de convencer a nadie, sólo una experiencia real de la vida de Dios que hemos experimentado al buscarlo donde nos ha dicho que lo encontraríamos. Y el Señor ha cumplido sus promesas: no lo hemos encontrado entre los muertos, sino entre los vivos, en la decisión de amar y perdonar, en el Pan donde nos ha dicho que era y sería por siempre su Cuerpo y su Sangre, en la comunidad porque Él nos dijo que donde 2 o más se reúnen en su nombre ahí está, en la noche del abandono y la oración confiada, al servir y lavar los pies de los demás, en lo secreto de nuestro cuarto, en la caridad.

En este día victorioso y glorioso, los discípulos de Cristo queremos proclamarlo bien fuerte: ¡Él resucitó y lo hemos visto ahí donde nos dijo que lo encontraríamos! Por ello, aquellos que nos piden ver a Jesús no nos deben atemorizar pensando que tenemos que hacérselos ver físicamente para que crean en Él. En primer lugar, no queramos pedirle a Dios hacer el milagro de aparecerse a sus ojos corporales, sino pidamos con fe a Dios que, a través de nuestro testimonio y la narración de nuestra experiencia, el Espíritu de Dios les abra los ojos espirituales para que puedan ver la verdad y se sientan motivados a buscarlo también donde lo hemos encontrado nosotros. Muchos han buscado su cuerpo, otros lo han buscado en pruebas científicas o en ritos mágicos. Sepamos bien, estemos plenamente convencidos, que la mejor manera de mostrar a Jesús vivo a los hombres es viviendo sus enseñanzas, es combatiendo el pecado el cual mata toda esperanza, es renunciando a nuestro egoísmo y tomando decisiones fuera de la lógica humana, pero de acuerdo a la fe que nos habita. La encarnación del Señor no terminó en el vientre de María santísima, ahí comenzó y continúa tomando carne en sus discípulos que ahora tenemos su misma vida en nosotros.
El mensaje central de este día es que todo lo que somos como cristianos, lo debemos y parte de la fe en la resurrección de los muertos que Jesús ha obrado y que nosotros tenemos por esencial. Creemos en la resurrección de los muertos, en la vida futura que no es repetición de la misma vida terrena que ya experimentamos sólo que ahora sin final, sino la vida de Dios en nosotros, que ya poseemos pero que debe llegar a su plenitud. Lo que nos distingue de los demás no es una doctrina moral, sino este mensaje: que Cristo Resucitó y ha vencido la muerte, y por nuestra fe en Él también nosotros somos ya hijos de Dios realmente, herederos de su Reino y de su misma vida, fruto y signo de su amor por los hombres sus creaturas.
El problema de la muerte ha angustiado a los hombres desde que han abierto su mente, desde que son autoconscientes, y se preguntan por qué el hombre muere, y han buscado algún modo para evitar morir. Jesucristo, con su muerte y resurrección, ha vencido la muerte y la ha convertido en el paso (Pascua) a la vida en Dios, una vida que no hubiéramos jamás imaginado poder conocer y merecer; de fracaso o sin sentido que era, la ha convertido en victoria; el amor es más fuerte que la muerte.
Celebremos con alegría la muerte y Resurrección de Jesús, ésta es hoy nuestra victoria, nuestro estandarte del cual no nos avergonzamos, sino que la proclamamos llenos de gozo y esperanza, plenamente convencidos de que un día también nosotros la conoceremos totalmente, sin barreras, sin ningún velo, cara a cara, y en ella viviremos. Paz y Bien.

También puedes escucharlo desde mi canal en YouTube:



¡Sígueme!




¡CoMPaRTe!

Última publicación

Canto: "Agua de Vida" - de Andrés Degollado - Canta fray alex

Agua de Vida. Descarga este y otros de mis cantos aquí: https://frayalexblog.blogspot.com/p/mp3.html   Agua de Vida M. y L. Andrés Degollado...