jueves, 22 de marzo de 2018

Dios culpable - Evangelio del 23/03/2018 – Viernes V de Cuaresma – Jn 10, 31-42


El Evangelio nos presenta dos casos donde los judíos buscan apedrear a sus interlocutores: la mujer adúltera y Jesús. Cabe decir que el castigo de lapidación estaba previsto en varios casos por la ley, entre ellos el adulterio y la blasfemia contra Dios.
En el Evangelio de hoy, algunos hombres pretenden infligir este castigo a Jesús por considerarlo blasfemo, pues dice ser Hijo de Dios. Jesús no niega sus palabras, sino que recurre a la misma ley y a sus obras buenas para demostrar su inocencia. Lo que hace Jesús es poner como enjuiciados a los que pretendían juzgarlo y sentenciarlo. Cuando confrontamos nuestra vida con la ley de Dios, somos nosotros a salir enjuiciados, pues nuestras infidelidades son muchas. No hay nadie que esté libre de pecado ni culpa. En la Escritura, hallaremos muchos casos donde hombres piadosos se remiten a Dios para que Él los juzgue según su misericordia, después de haber reflexionado que, si Él no los perdona, su merecida pena sería la muerte. De hecho, cuando en el Antiguo Testamento el pueblo se da cuenta que todo les está yendo mal porque Dios ha apartado su rostro, no es por otra cosa sino porque reconocen haber violado la alianza, haber sido infieles a Dios, y con humildad le piden que regrese y use misericordia con ellos. Nos encontraremos con muchos casos en la Escritura donde Dios se “arrepiente” del castigo y estalla de misericordia y compasión para con su pueblo.
Esta es también nuestra propia historia. En diversos momentos de nuestra vida nos hemos visto tentados a querer juzgar a Dios, a querer tomar piedras y lanzárselas como un acto de repudio y reprobación por su proceder. Sin que ninguno de nosotros se escandalice de lo que voy a decir: ¿qué piedra te gustaría lanzarle a Dios? ¿por cuál motivo te sientes o sentirías movido a castigarlo? A veces es necesario que reconozcamos en nosotros mismos esas piedras, esos reproches que a veces no decimos con nuestros labios, pero que en el fondo ahí están y provocan desconfianza y distanciamiento de Él.
Como sacerdote, he conocido casos de reproches muy severos y fuertes hacia Dios por parte de algunas personas, tales como: “si Dios está y me ama ¿por qué no me escuchó cuando le pedí por la recuperación de mi padre?”, “¿por qué permitió el asesinato de mi hijo, el secuestro de mi familiar?”, “¿por qué no impidió que me violaran?”, “si Dios me ama ¿por qué he sufrido tanto?”, “¿por qué permitió que mi esposo me abandonara?” Y muchos otros.
Me parece que en el Evangelio de este día Jesús nos pide que reconozcamos esos reproches, esa culpabilidad que hemos dado a Dios, para poder iniciar el proceso de reconciliación con Él. Él no nos juzgará ni nos castigará, al contrario, buscará iluminarnos con su verdad y sanarnos con su misericordia. Prepárate a vivir esta semana santa ya próxima en toda su verdad, mirando hacia Dios y poniendo ante Él tu vida así como está, con sus luces y sombras, con sus claridades y confusiones. Ante el crucificado encontrarás al Dios que tiene una Palabra para ti. Escucha con atención este canto que te propongo. Paz y Bien.

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