jueves, 8 de marzo de 2018

¿Como el fariseo o el publicano? - Evangelio del 10/03/2018 - Sábado III de Cuaresma - Lc 18, 9-14



Hoy, el Evangelio nos presenta esa bella parábola que Jesús dirige a los que se tenían por justos y despreciaban a los demás. “Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano”.
Lo que me viene en mente es esa pretensión de los pseudo justos de igualarse al Creador, que se sienten a su altura y que creen poder estar en su presencia en calidad de iguales. Pensémoslo bien: Dios es justo, tres veces santo, en Él no hay sombra de injusticia, de engaño ni maldad. Él es el Creador de todo, el dueño de todo, el infinito y eterno, y los hombres sólo son pequeñez, casi nada a su lado. ¿Qué es eso que crees haber hecho y te ha merecido una gloria similar, con derecho a mirar desde arriba a los demás?
La parábola nos dice que el que se tiene por justo, confía en su pureza legal: “yo cumplo la ley, ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias”, dice. La ley no pedía ayunar dos veces por semana, podemos suponer que hasta se sentía que Dios tenía una deuda con Él. Dice un salmo: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de Él, el ser humano para darle poder?”. Nunca hay que perder de vista que Dios es el dueño de todo, y que, si bien nos ha creado mayores a todas las demás creaturas, Él es el Creador. Si Él nos ha dado inteligencia enorme ¿cómo no será la suya? Si Él nos ha hecho capaces de crear cosas nuevas ¿cómo no será su creatividad? Si él nos ha dado un corazón capaz de amar, ¿cómo no será el suyo? Si Él nos ha dado poder ¿cómo no será el suyo?
Me parece que a veces tanto regalo, tanto don que Él pone en nuestras manos, nos nubla la vista, y nos creemos dueños de lo que sólo hemos recibido, perdiendo el rumbo. Es verdad, Dios al crearnos nos ha dado autonomía, nos ha hecho libres, capaces de desobedecerlo y negarle. Esa es otra muestra de amor: el verdadero amor no pretende ser pagado, simplemente se dona del mejor y más generoso modo que puede hacerlo. Si Dios no nos amara así, no nos habría dado la libertad, y sería egoísta. Crearnos ha sido todo un acto de amor y entrega verdaderos. Mírate a ti mismo: eres fruto del acto de amor más perfecto del Dios perfecto. ¡No eres poca cosa!
Todo ello debe llevarnos a vivir eternamente agradecidos con quien tanto nos ha amado al habernos creado. La mejor manera de agradecerle es explotar al máximo las perfecciones que ha puesto en nosotros. Y Él mismo nos enseña que la perfección de nuestras capacidades las alcanzamos por medio del amor. Creo que ahora podemos entender eso de “ama y haz lo que quieras”. Si hay amor, todo lo que hagamos será para bien y beneficio de otros.
Por ello, la parábola nos cuenta también del publicano. Era culpable, nadie lo niega. Pero llegó a comprender que, si Dios no le perdonaba, todas sus capacidades no le servían de nada, tanta grandeza vivida egoístamente sin comunión con Dios y sin amor al prójimo, le llevarían solamente a la muerte. Llegó a comprender que sólo si la misericordia de Dios lo restauraba, sería verdaderamente grande. Paz y bien.

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