Cada día que pasa de esta Cuaresma, más me emocionan las lecturas. Es
bellísima la primera lectura donde Dios se arrepiente del castigo por
intercesión de Moisés en favor del pueblo. Es amigo de Dios, así llama la
Escritura a Moisés, un amigo que ama lo que el otro ama, su pueblo. Sólo me
pregunto ¿cuántas veces Dios habrá alejado de mí el merecido castigo por
intercesión de un amigo suyo? Yo creo que muchas.
En el Evangelio de san Juan, continuación del de ayer, Jesús enfrenta
a los fariseos y les reprende con claridad su incredulidad, su rechazo, diciéndoles:
“Si digo esto es para que ustedes se salven”. A toda costa quiere abrir sus
mentes, sus ojos. Les da señales, milagros, curaciones, Palabras de verdad, y
nada, no quieren escucharlo, “Buscan recibir gloria unos de otros”. Y, para
terminar, les dice: “Ustedes no quieren venir a mí para tener vida… No piensen
que yo los voy a acusar ante mi Padre, ya hay alguien que los acusa, Moisés”.
El amigo de Dios que intercedió por el pueblo, ahora se vuelve acusador según
Jesús.
Pero Jesús no se cansa de insistir y sigue ofreciendo hoy la salvación
a todos, su oblación en la Cruz sigue teniendo la misma eficacia en favor de
los pecadores que quieren convertirse, que quieren escuchar, que quieren poner
su fe en Él.
A veces pasamos el tiempo de cuaresma desperdiciando la gracia que
busca derramar en nosotros, volver hacia Dios. Es bueno preguntarnos: yo, que
he sido bautizado ¿tengo fe? ¿he creído en Él? ¿lo acepto o acomodo sus
enseñanzas de tal manera que no me disturben demasiado? Haber creído en Jesús
significa haber confiado cuando no le veía, pero llevaba su Palabra en mi ser;
creí cuando decidí cambiar de vida; creí cuando la fe me llevó a ya no ser como
antes, cuando decidí vivir una vida honrada, cuando decidí ya no gritar, cuando
decidí ya no mentir, ya no robar, cuando decidí ya no tomar, cuando decidí
comenzar a ayudar al que no es de mi familia de sangre, cuando comencé a orar
personalmente un rato a Dios diariamente, cuando me decidí acercarme a la
confesión, cuando cambié la decisión de abortar, cuando cambié la decisión de
hablar mal de alguien, cuando decidí cambiar en las redes sociales y ser un
cristiano congruente en lo que publico, cuando decidí ya no mirar más
pornografía, cuando busqué una guía espiritual que me ayudase, cuando grité a
Dios ¡ayúdame a dejar este vicio que tengo y quiero dejar! Creí cuando a causa
de mi fe me quedé sin aquellos que llamaba amigos, cuando tomé la decisión de
ya no ser superficial y frívolo, cuando decidí poner mi tesoro en lo que no se
ve y no en las cosas pasajeras; habré verdaderamente creído cuando al final de
la vida, ante Dios, pueda decirle: creí en ti y te busqué donde me dijiste que
estabas, en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los
hambrientos, en los marginados, en los sacramentos. A veces me fue difícil
reconocerte, pero te busqué con toda mi alma porque tu Palabra y tu
misericordia en mi favor, me dieron más, infinitamente más de lo que dejé. No
me arrepiento ni un poco de haberte buscado, de haber gastado mi vida por ti. Seguramente
tendrás mucho de lo que ser acusado ante Dios cuando llegues a su presencia,
pero Jesús dirá: yo no te acuso, yo quiero tu salvación. Paz y Bien.
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