lunes, 5 de marzo de 2018

70 x 7=?? - Evangelio del 06/03/2018 - Martes III de Cuaresma - Mt 18, 21-35


¿Qué es para ti perdonar?
-olvidar el mal que me hicieron
-yo prefiero vengarme
-hacer de cuenta que no pasó
-una decisión
-callarme para no perder un amigo
nada y tragarme mi enojo
Hay un dicho que todos conocemos y dice: “la venganza se sirve fría” o “la venganza sabe mejor fría”.
¿A quién en este mundo no lo han ofendido, defraudado, fallado? ¿Quién no ha sentido la ira por el mal que se comete contra los niños, los discapacitados, los ancianos, o ante los robos, secuestros, asesinatos, maltratos, etc? No seríamos humanos si no sintiéramos ira por todas estas maldades. Yo la siento.
El Evangelio de este día nos habla de esa ecuación matemática extraña que Jesús nos enseña ante la pregunta que le hace el apóstol Pedro: ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano cuando me ofende? ¿hasta siete veces?  Jesús le responde: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”, es decir, siempre.
Y Jesús no se pone a darle una clase de moral o explicaciones de porqué se debe perdonar siempre. En cambio, le cuenta una parábola: “"El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.”
Hasta aquí, la parábola ya nos da indicios de lo que vendrá después. Los que quieran pertenecer al Reino de Dios, deben saber muy bien que, para formar parte de Él, primero deben permitir a Dios que les perdone sus faltas, con la consciencia de que ese perdón no lo han merecido, sino recibido como un regalo. A veces no tenemos consciencia de que las ofensas hechas a Dios, el Rey de Reyes, y a nuestro prójimo, son como deudas enormes que cuesta mucho saldar, es más, que no puedes saldar. ¿Cómo reparar la tristeza provocada a un niño por un abuso? ¿Cómo puedes hacer desaparecer el daño de un corazón roto? Como decimos, “a palo dado ni Dios o quita”. Por ello, lo primero es tener bien claro que el haber recibido el bautismo, el haber sido purificados, el haber obtenido una nueva identidad de hijo de Dios, el gozar de los sacramentos, de la misericordia, de la providencia y del amor de Dios, son un regalo inmerecido, nuestro pero que hemos recibido sólo porque Él es Amor. Y ni hablar de todo lo demás que Dios nos ha dado a través de otras personas: cariño, sustento, educación, correcciones, lecciones, la misma vida.
Y sigue la parábola:
“Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se le arrodilló y le rogaba: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?'. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano".
Ser ciudadanos del Reino, haber recibido el perdón gratuito de Dios, nos lleva a que, poco a poco, conozcamos más las inmensas gracias de las que siempre hemos vivido rodeados, a pesar de todos los sufrimientos, y que ese encuentro con el Rey, que quiso ajustar cuentas conmigo, me abrió los ojos por primera vez a través de su misericordia. Recibir inmensa misericordia, no debe dejar indiferente nuestro corazón, nos debe mover a querer ser como Dios para los demás, misericordiosos, para que ellos también reciban su luz y no vivan más en la triste oscuridad de sus propios pecados.
Es difícil perdonar, muy difícil. Cuando sientas que no puedes, cierra los ojos y recuerda que el perdón de Dios para contigo te devolvió la vida. No dejes morir a tu hermano por no darle tu perdón. ¡Paz y Bien!

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fray alex
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